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Viernes 18 de Noviembre de 1814
Desde Chawton a Godmersham
Mi querida Fanny, albergo tantas dudas como tú respecto a cuándo seré capaz de terminar mi carta, ya que por el momento dispongo tan sólo de pequeños momentos de tranquilidad. No obstante, debo comenzar pues sé que te alegrarás de tener noticias a la mayor brevedad, y la verdad es que yo misma estoy impaciente por escribir algo sobre un asunto tan interesante.
Mucho me temo que tan sólo añadiré poco más a lo que tú ya has dicho con anterioridad.
Ciertamente, al principio me quedé bastante sorprendida, pues no tenÃa sospecha alguna de que tus sentimientos hubieran cambiado. No me produce reparo alguno decirte que no es posible que estés enamorada. Mi querida Fanny, estoy dispuesta a reÃrme de esta idea, a pesar de que no proceda reÃrse del hecho de que hayas estado tan equivocada respecto a tus propios sentimientos. Y, te lo digo de corazón, desearÃa haberte advertido sobre ese punto la primera vez que me hablaste de ello pues, aunque no me pareció que estuvieras tan enamorada como tú te creÃas, sà que me dio la sensación de que te habÃas vinculado con él hasta tal punto que podrÃa haber sido más que suficiente para tu felicidad. No tenÃa ninguna duda de que podrÃa aumentar si se le daba la oportunidad.
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Y desde que estuvimos juntas en Londres, me pareció que estabas muy enamorada de verdad.
Pero no lo estás en absoluto, y no hay manera de ocultarlo. ¡Qué criaturas tan extrañas somos! Parece que el hecho de sentirte segura de sus sentimientos (tal y como tú misma me dices) ha provocado tu indiferencia. Sospecho que se produjo algún pequeño disgusto en las carreras, y no me extraña. Sus expresiones en aquel momento no serÃan aceptables para alguien que tan solo sintiera intensidad, perspicacia y gusto, en vez de amor, tal y como era tu caso. Y aun asÃ, después de todo, me sorprende que el giro que han dado tus sentimientos haya sido tan grande. Ã?l sigue siendo lo que siempre ha sido, quizás ahora más uniforme y evidentemente entregado a ti. Esa es toda la diferencia. ¿Cómo tenemos que tomarlo?
¡Pobre Sr. John Plumptree! ¡Oh, mi querida Fanny! Tu error ha sido el mismo que cometen miles de mujeres. Ã?l ha sido el primer joven que ha mostrado sus sentimientos por ti. Ese ha sido su encanto, y se trata de algo tremendamente halagador. Entre las multitudes que cometen ese mismo error que tú, sin embargo tan sólo puede haber unas cuántas que tengan tan pocos argumentos para lamentarse por ello. El carácter de él y sus sentimientos no dejan nada de lo que tengas que avergonzarte. Porque, al final, ¿qué puede hacerse? Ciertamente, tú le has animado hasta el punto de hacerle sentir casi completamente seguro de tus sentimientos. Y no demuestras preferencia por ninguna otra persona. Su situación en la vida, familia, amigos, pero especialmente su carácter, su mente tan inusualmente amable, sus principios estrictos, nociones justas, buenos hábitosÂ? tú sabes perfectamente cómo valorar todo esto, que es de primera importancia. Todos estos argumentos hablan con toda su fuerza a su favor. No tienes duda alguna de que también posee capacidades superiores, pues ya lo ha demostrado en la Universidad. Me atrevo a decir que es un universitario con el que tus agradables y perezosos hermanos difÃcilmente podrÃan compararse.
¡Oh, mi querida Fanny! Cuanto más escribo sobre él, más cálidos se vuelven mis sentimientos, más siento la auténtica valÃa de este joven, y me parece más deseable que te enamoraras de él otra vez. Te recomiendo esto muy seriamente.
Quizás exista tal ser en el mundo, uno entre mil, que sea la criatura que a ti y a mà podrÃa parecernos perfecta, en la que la elegancia y el espÃritu fueran uno con la valÃa de la persona; en la que los modales lo fueran del corazón y de la razón. Pero esta persona puede no cruzarse nunca en tu camino y, si lo hiciera, no serÃa el hijo mayor de un hombre rico, ni el hermano de un amigo especial, o ni siquiera serÃa de tu propio condado. Piensa en todo esto Fanny. El Sr. J.P. tiene virtudes que no se dan con mucha frecuencia en una sola persona. De hecho, su único defecto parece ser la modestia. Si fuera menos modesto, serÃa más agradable, hablarÃa más alto y parecerÃa menos pudoroso. ¿Y no es acaso un buen carácter aquél en el que la modestia es el único defecto? No tengo ninguna duda de que se hará más animado y más parecido a vosotros en la medida que pase más tiempo contigo. Acabará adoptando tus formas de actuar si su corazón te pertenece.
Y ahora, mi querida Fanny, ya te he escrito bastante sobre uno de los lados de esta cuestión, asà que pasaré al otro y te conmino a que no te comprometas con él más allá de lo que estás ahora. Que no se te pase por la cabeza aceptarlo a menos que realmente te guste. Cualquier cosa es preferible o soportable a casarse sin amor. Y si sus deficiencias en los modales, etc., etc., te molestan más que todas sus buenas cualidades, si sigues pensando en ellas, déjalo inmediatamente. Las cosas están ahora en un punto en el que tienes que tomar una decisión en uno u otro sentido. O bien le permites que continúe tal y como está haciendo hasta ahora, o bien optas por, cada vez que estéis juntos, comportarte con una frialdad que llegue a convencerle de que se ha estado engañando a sà mismo sobre ti.
No me cabe la menor duda de que sufrirá mucho, bastante, durante un tiempo, cuando comprenda que debe dejarte. Pero, como ya debes saber, es mi convencimiento que ese tipo de decepciones no han matado nunca a nadie.