Arias cierra segundo mandato con claroscuros y diciendo adiós a la política
08 may 2010
Fuente: San José, 7 (EFE).-
Entre aplausos y críticas, especialmente por asegurar que puso a Costa Rica "a caminar de nuevo", Óscar Arias concluye mañana su segundo Gobierno, que marca, según sus palabras, su retiro de las arenas políticas, al menos locales.
El laureado mandatario, que acumula decenas de doctorados ´honoris causa´ de las más prestigiosas universidades del mundo, ha dicho sin reparos que deja al país con "un rumbo muy claro" y que su sucesora, Laura Chinchilla, "solo tiene que seguir el camino" que han trazado.
Esta actitud le ha hecho merecedor de las ácidas críticas de parte de los sectores sociales y políticos, que opinan que la gestión del Premio Nobel de la Paz 1987 reflejó su naturaleza prepotente y carente de autocrítica.
Con una personalidad a veces polémica, Arias, de 69 años, cerró su segundo mandato con el respaldo del 59 por ciento de la población, pero también la desaprobación de grupos ambientalistas, sindicatos e incluso la Iglesia católica por su posición a favor de las uniones entre homosexuales y en contra del celibato.
Divorciado y padre de dos hijos, ha sido profesor de ciencias políticas, vicepresidente del Banco Central, ministro de Planificación Nacional y Política Económica, además de diputado, siempre desde el socialdemócrata Partido de Liberación Nacional (PLN).
Arias es abogado, economista y doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Essex (Reino Unido) y siempre se ha erigido como fuerte activista por la paz, algo que reflejó en sus dos gobiernos.
Su primer mandato, entre 1986 y 1990, se enfocó en lograr la pacificación de Centroamérica, pues siempre dijo que "si la casa del vecino se está incendiando la propia corre peligro".
Consiguió su objetivo con la firma de los Acuerdos de Esquipulas, que puso fin a los conflictos armados en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, logro que lo hizo merecedor al Nobel de la Paz en 1987.
Pero la ausencia de una guerra en Centroamérica no fue excusa para que en los últimos cuatro años Arias perdiera protagonismo internacional.
Su segundo gobierno también tuvo una fuerte vocación hacia temas externos, pero esta vez con un abanico más amplio, promoviendo iniciativas sobre desarme, cooperación internacional y ambiente en las Naciones Unidas.
Además, cuando estalló la crisis política en Honduras tras el derrocamiento de Manuel Zelaya, el 28 de junio de 2009, Arias se erigió de nuevo como el pilar de diálogo regional y figuró como mediador entre las partes.
Sin embargo, a diferencia de dos décadas atrás, sus gestiones no lograron los resultados esperados, pues tras meses de esfuerzos no logró sentar a Zelaya y al mandatario de facto en ese país, Roberto Micheletti, en la misma mesa a conversar.
Arias, nacido el 13 de septiembre de 1940 en la provincia de Heredia, asegura que el fin de su segundo Gobierno será el final de su carrera política de 40 años, algo que muchos sectores ponen en duda, especialmente su teórico retiro de la escena internacional.
El gobernante es considerado una de las principales figuras políticas de América Latina y constantemente lanza ácidas críticas a los gobiernos de la región por destinar buena parte de su presupuesto al gasto militar en lugar de a inversión social.
A pesar de su discurso permanente a favor de la democracia y la libertad, dio giros profundos en la política exterior de Costa Rica al romper los lazos diplomáticos de seis décadas con Taiwán para establecer relaciones con China en 2007, en lo que llamó un "acto de realismo elemental" y "un despertar a un contexto global".
También reanudó las relaciones diplomáticas con Cuba en 2009, congeladas desde 1961, aunque este año no dudó en criticar fuertemente a La Habana por mantener presos políticos en sus cárceles.
Arias es sin duda una de las voces más escuchadas en el continente, pero a nivel interno es blanco de constantes ataques.
En la última semana de Gobierno, por ejemplo, se dedicó a inaugurar una serie de obras inconclusas, e incluso colocó la "primera piedra" de la futura Casa Presidencial costarricense a pesar de que el Estado ni siquiera ha comprado los terrenos donde deberá edificarse.
Esto generó centenares de opiniones en medios de comunicación y redes sociales, acusando al mandatario de tener "delirios de grandeza" y un "gran ego" por querer que su nombre figure en cada obra del país.
Fuente: San José, 7 (EFE).-
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