Ha tocado las puertas del cielo. "Madre limpia la sangre de mi cara, que ya no puedo ver". Dylan es una voz como una marca, es un pelo ensortijado como un gran casco sobre la cabeza con la silueta a contraluz sobre fondo azul, es la conciencia, no la de la moraleja, la del desafÃo punzante, es, por encima de todo, una cadencia que se te impregna en la piel.
Dylan es la posibilidad de transformar en melodÃa una sensación interior, un volcán que no se contiene, una promesa de futuro que transporta el viento hasta envolverte completamente. Es el retrato de un tiempo desgarrado, el de un mundo de neón que se hundÃa en las tinieblas de la guerra de Vietnam, el de un hombre con el cuerpo y el corazón hecho jirones que lo habÃa perdido todo, que podÃa auto definirse como un canto rodado...
Demostró cuan posible era escribir poemas y decirlos enredados en acordes, quizás ásperos pero siempre capaces de señalar a fuego las espaldas del poder.
Los trazos literarios del poeta, entonces definido como cantautor, una palabra de una precisión incuestionable, se fueron decantando con los años, pero su fuerza devastadora se quedó clavada en nuestros pechos para siempre. ¿Cómo entender el mundo? ¿Cómo entendernos a nosotros mismos sin su grito? En esa dimensión su voz, sus discos, su música, el cuchillo hiriente de sus contenidos, fueron compañeros de ruta, la referencia de aquellas cosas en las que creÃmos y con las que construimos la intensidad de nuestras vidas.
"Aquel que no está ocupado naciendo, está ocupado muriendo". ¿Hay alguna duda sobre el sentido de esta aserción? ¿PodrÃa alguien sentirse lejos de algo que resume con la contundencia del buril del escultor de que se trata la vida? El extraordinario vate Jorge Manrique lo dijo al modo de los "antiguos" en sus "Coplas" hace quinientos años, pero esta sola frase dicha y cantada con ese tono inconfundible, es suficiente para resumir el largo y dramático poema de Manrique.
La Academia se consagra con esta consagración, le entrega en justicia el máximo galardón de la literatura a uno de los grandes autores de nuestro tiempo. Inmenso poeta, inmensa alegrÃa, inmensa música que vuelve a sonar como entonces, como hace medio siglo. "Para la libertad sangro, lucho, pervivo", como dirÃa Hernández...
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