Por esos mismos dÃas, un comando de cocaleros asaltó y torturó a once policÃas bolivianos en Toquibombo, mientras los cocaleros del Chapare mantienen cerrado el ingreso de la policÃa a la zona, y en Yapacanà sigue la prohibición de que se instale un cuartel de Umopar, una fuerza antidroga del Estado boliviano.
Los comandantes de la guerrilla narcotraficante de Colombia, entretanto, estaban negociando las ventajas que tendrán de un atropello a su paÃs que duró medio siglo, y ahora reclaman el derecho a la impunidad por la muerte de 200.000 colombianos.
Los soldados de VÃctor Quispe Palomino, que operan en la selva peruana siguen operando libremente, cultivando coca, fabricando cocaÃna y enviándola a Bolivia desde un territorio, el Vraem, que el Estado peruano no controla.
Hay personas en la región que tienen una opinión clara de esta guerra, pero hay quienes prefieren mirar para otro lado y argumentan que todo esto es una invención, que el narcotráfico no representa mucho, y que todos debemos rendirnos. Que "nunca hemos vivido mejor". Quienes reconocen el peligro son pocos.
Antes de las elecciones argentinas del año pasado los obispos, los jueces y las veinte universidades más importantes de ese paÃs advertÃan que el narcotráfico pone en riesgo la existencia de la República Argentina.
Es probable que esas advertencias hubieran influido para que los electores hayan preferido votar por Mauricio Macri y no por un candidato del partido que estaba tolerando al narcotráfico. Los triunfos más claros de Macri se dieron en las provincias más castigadas por el narcotráfico.
Un mensaje similar está faltando en todas las repúblicas amenazadas por este poder. Pero la guerra no ha terminado allÃ; apenas ha comenzado.
¡Oferta!
Solicita tu membresÃa Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del dÃa en PDF descargable.
- FotografÃas en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.