Si se trata de hacerle un presente a un imberbe de 8 años, no hay mucho donde perderse, un juguete, que con seguridad no solo hará muy feliz al cumpleañero sino será una tarea simplificada para el afectuoso donante. Sin embargo, mi progenitora ese dÃa tomó otro rumbo y decidió hacerle a mi primo en su octavo aniversario un obsequio muy diferente.
En cierta oportunidad, muy cerca de mi cumpleaños, una amiga mÃa muy querida y recordada de nombre Emilia Varela, me ofreció que escoja uno de aquellos hermosos discos que se ofertaban a la venta. Cualquiera, el que más me gustase. Sinceramente, mi conocimiento sobre el rock y mi aún muy poco desarrollado buen gusto por la música hizo que escoja el disco no por el contenido sino por la hermosa imagen en su cubierta.
Se trataba de un cover, es decir no un álbum de estudio sino una de las canciones con su propia imagen, al que acompañaban entre tres y cinco canciones poco promocionadas o que pertenecÃan a discos anteriores.
Por eso al enterarme que el Nobel de Literatura fue otorgado a un músico, sin entrar en el criterio de que si es merecido o no, sentà el verdadero placer de saber que esta vez se valoró la simbiosis de ambas artes. No hay nada mejor que una poesÃa acompañada de un bello ritmo, o algo mejor que una canción que nos envuelva el corazón o nos haga explotar la cabeza cuando a sus notas acompaña un verso o un relato que nos enriquece el alma y hasta el conocimiento.
Por todo ello saludo esa gran designación e invito a quienes no conozcan la obra de Dylan a que la descubran y aprecien en su debida magnitud a uno de los más grandes músicos y poetas de nuestros tiempos.
(*) Paceño, stronguista y liberal
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