A 100 años del dÃa Internacional de la Mujer observamos, si tenemos sensibilidad, que no se ha avanzado a su máxima expresión los postulados de orden nacional en relación con la total igualdad de la mujer en todos los ámbitos y jurisdicciones.
La discriminación fundada en razón al sexo es una abominable deformación del postulado que lamentablemente tiene su origen en la inclaudicable lucha de muchos hombres y polÃticos de inducir a la prevalencia del hombre en todos ámbitos de decisión y de oportunidades. Esta deformación acarreo, hasta ahora, y no se sabe cuándo cesara definitivamente y con sincero dolor a los que preservan los valores, la violencia, el ultraje y el abuso a la mujer.
Uno se pregunta azorado cómo puede persistir aun la negación al trabajo digno a la mujer en iguales condiciones que el hombre y sobre todo con igual remuneración, cuando se conoce sobradamente que la capacidad de la mujer difiere en constancia y resultados a la del hombre, porque en toda mujer existe una autentica relación entre lo que intenta hacer, lo que hace y lo que analiza para cada situación, que la consigna como una prioridad e imprime en ella decisión y acción. Todo ello desvela la incógnita de la formidable y genial estructura sentimental de la mujer y aun es imperceptible su real magnitud porque todo emprendimiento de la mujer sufre una singular transformación debido a su intelecto y a la capacidad emotiva.
La igualdad de derechos y deberes en la familia sigue siendo un tema sin solución de orden social pues existen una serie de impedimentos precisamente en ese ámbito, sin duda atrabiliarios, que influyen en la calidad y la honestidad en la relación del hombre con la mujer que influyen en la irrupción plena de la igualdad de derechos y obligaciones en el hogar y es caracterÃstica muy acentuada en las sociedades machistas.
Los derechos polÃticos de las mujeres deberÃan ser asumidos por todos como una percepción de la vida misma que genera esperanza y no es asà porque el aburrimiento de los polÃticos hace paulatinamente y en forma comprobable estragos en la imagen del hombre. La disimulada reticencia a reconocer plena igualdad a los derechos polÃticos de la mujer explica perfectamente la razón de que la mujer es la única que puede encender nuevamente las luces necesarias de energÃa en las instituciones donde prácticamente ha desaparecido la vivencia por la administración, la valoración de la persona y la honestidad polÃtica. Todos los demás postulados no pueden fosilizarse en un enunciado jurÃdico si queremos que Bolivia avance pues serÃa una quimera vislumbrar una sociedad moderna y altamente competitiva sin la participación plena de la mujer y su confrontación intelectual que origina en las sociedades la percepción que todo ser humano debe conducir sus actos fundamentados Ãntimamente con la igualdad.
(*) Es Abogado Corporativo, postgrado en Conciliación y Arbitraje, Docente universitario, Escritor
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