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Domingo 09 de octubre de 2016

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Cultural El Duende

La Antología crítica de Francis Ponge

09 oct 2016

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Tal vez la obra de Francis Ponge pertenezca a la época, a la última época en que la poesía dialogaba con la filosofía, con la crítica, con un modo de la reflexión que iba más allá de ella misma. O tal vez haya sido a la inversa: esa fue la época, la última época en que la filosofía, la crítica, o incluso las más agudas ciencias sociales situaban su discurso en un horizonte de dialogo, de enmarañamiento, de entrevero con la poesía.

De repente un discurso se entremezclaba con el otro, y si el riesgo era cierto -riesgo de poesía académica, de retórica excesiva, de pretensión inalcanzable; riesgo de mitad de camino: demasiado poético para ser buena filosofía, demasiado filosófico para ser buena poesía- ese riesgo, esa convicción de pensar a la poesía y a la filosofía a la escucha de otras palabras -no solo como diálogo: también como combate- ha dado chispas de lo más interesante de la poesía moderna, en un horizonte heterogéneo y tan diverso que mencionarlo ya disminuye su valor analítico, pero que a pesar de esta advertencia opera como un horizonte realmente existente en los textos de Wallace Stevens, en los de Paul Celan, en los de Marianne Moore, en los de René Char, en los de Francis Ponge, entre muchos otros.

Esa época parece haber concluido o estar concluyendo. ¿Es otra la época, la nuestra? El momento en que la poesía parece haberse quedado irremediablemente sola. Librada a su suerte. Carente de compañeros de ruta. O también, la época que obliga a hablar con fantasmas.

Leer a Ponge, hoy, en Buenos Aires en 2016, llama al arte arqueológico de invocar a los fantasmas. Tomo un ejemplo, entre los muchos que tengo al alcance de la mano. El número del Cahier de L´herne, dedicado a él. Jacques Derrida escribe un texto llamado Signéponge (juego de palabras que remite a la vez a "Firmado por Ponge/Signo esponja") que ya había pronunciado en un coloquio dedicado a Ponge en Cerisy-la-Salle en 1975, en el que toma el poema "La mimosa" para extraviarlo en una reflexión etimológica sobre la mímesis, y el arte de lo real. Unas páginas después, Pierre Bourdieu publica un ensayo llamado "Nécessiter" acerca de la necesidad de Ponge de volver necesarias las cosas. Dejo aquí con los ejemplos. Pero también está el propio Ponge, en el punto exacto en que ocurren los hechos, ese tipo de hechos.

Ponge publica en 1945, en el primer número de Les Temps Modernes, la revista de Sartre, en el auge del existencialismo y en los albores de la estética del escritor comprometido, unas "Notes premières sur L´Homme"; y luego en 1960, siempre en el primer número, pero ahora de Tel Quel, la revista que, de Philippe Sollers a Julia Kristeva, se abre hacia una vanguardia teórica que incluye al posestructuralismo y a la lengua como el lugar central del compromiso de todo escritor, publica un poema llamado "La figure" (años después Tel Quel hará escala en el maoísmo, pero Ponge ya no estará allí). Y antes, bien al comienzo, Ponge piensa en la política, como en "Bosquejo de una parábola", escrito entre 1921 y 1923, firma en 1930 el manifiesto "El surrealismo al servicio de la revolución", más tarde dirige la página literaria de Action (órgano oficial del Partido Comunista) y entra en la resistencia durante la ocupación alemana.

Tardía, pero consecuentemente, en las elecciones de 1978 apoya a la derecha, a un partido hecho de restos de la herencia gaullista. Esa época, la de la poesía atravesada por el desastre de la historia, por las hablas de la reflexión literaria, filosófica e incluso política; esa época, y las obras de esa época, se han vuelto fantasmas. Se impone, por lo tanto, la repetición de la frase antes dicha: leer a Ponge, hoy, en Buenos Aires en 2016, llama al arte arqueológico de invocar a los fantasmas. Y cuando lo logramos, cuando logramos leer a Ponge, lo hacemos sin la ilusión del contexto: nos llegan sus textos, ya no su época. Lectura más libre, tal vez (¿pero es libre quien deambula solo en el desierto, en medio de fantasmas?) que obliga a reparar en la inmanencia del texto antes que en cualquier otra cosa. Como si despojada de la densidad de la historia, la obra de Ponge se hubiera convertido en eso que tanto buscaba: en materia. En cosa. El propio escrito de Ponge devenido texto sin anverso ni reverso, pura materialidad.

La editorial Gog & Magog acaba de publicar una excelente "Antología crítica" de Francis Ponge, a cargo de Waldo Rojas, quien también oficia como traductor. Son casi 400 páginas que reúnen desde textos de juventud hasta pasajes de sus libros imprescindibles (como "Piéces" y "El partido tomado de las cosas"), y una serie de documentos, entre los que sobresale una conversación de Ponge con Breton y Pierre Reverdy.

El libro está destinado a ser una referencia entre las ediciones de Ponge en castellano. La traducción es ajustada, aunque a veces Rojas elige la fórmula más "alta", cuando el texto demanda, en mi opinión, un tono más llano (este comentario no debe tomarse como un reparo: es una decisión de traducción coherente con las advertencias sobre el estatuto mismo del trabajo de la traducción de poesía, que Rojas desliza en su prólogo).

Pero antes, Rojas define a la poesía de Ponge bajo el modo del "ímpetu anti-retórico", frase que describe a la perfección el proyecto de Ponge. Es revelador encontrarnos con poemas de juventud como "Notas de un poema (Sobre Mallarmé)", en el que, ya desde su primera frase, como una miniatura, aparecen los tópicos que va a desplegar en el resto de su obra: "El lenguaje se rehúsa solo a una cosa, hacer tan poco ruido como el silencio/(�) Mientras que los signos, poco importa cuáles sean, salvo quizás los de la ausencia, nos dejan ausentes".

Entre las palabras y las cosas, Ponge viene a decirnos que siempre hay un hiato, un abismo en el que se sitúa el texto, maravillado y a la vez sospechoso de sí mismo, maravillado y a la vez sospechoso de la naturaleza, como en ese desencuentro que describe en "El prado", uno de sus poemas cruciales: "Preparado por la naturaleza desde hace mucho para nosotros (�)/El pájaro que lo sobrevuela en el sentido inverso al de la escritura".

Damián Tabarovsky.

Escritor, traductor y

editor argentino (1967).

Tomado de: telam. com.ar

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