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Domingo 09 de octubre de 2016

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Revista Dominical

Día de la unificación de Alemania

09 oct 2016

Fuente: Por: Raúl Pino-Ichazo Terrazas

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Hoy Alemania se debate entre su endémica generosidad y los problemas con los refugiados, las acciones de los partidos políticos para obtener el poder y el aniversario de la unificación de Alemania. La extraordinaria mujer y canciller de Alemania, la señora Ángela Merkel y su partido son víctimas de la crítica de sectores abstrusos que no comprenden que la propia constitución de Alemania expresa el debido trato a los refugiados. Es necesario esclarecer que no todos los refugiados que son huéspedes en la República Federal de Alemania ostentan un comportamiento correcto; algunos pretenden que el país anfitrión se someta a sus costumbres y creencias, cuando todo ser grato y consciente sabe que debe respetar y cumplir disciplinadamente la constitución, idiosincrasia y creencias del pueblo alemán. Son antinomias que no se comprenden ante la magnificencia de generosidad del pueblo alemán, que sacrifica cuantioso presupuesto para atención, vivienda, alimentación y educación de los refugiados. Lo que sucede hoy en este tema es un hito histórico en el mundo.

En el conjunto de pueblos modernos, el que hubo de recorrer en el actual periodo más largo y sufrir una rápida transformación es, inequívocamente el pueblo germánico.

Históricamente se presenta más que una nación como un agregado de gentes y de tribus, las cuales, sin embargo, tienen rasgos y caracteres comunes y todas son celosas de la propia independencia, siendo reacias a los vínculos de la vida social, pues enarbolan un ímpetu belicoso que les arroja a invadir y conquistar diversas provincias del Imperio Romano. Consecuencia de ello es la realidad que no hay pueblo en Europa que no se haya mezclado y rejuvenecido su propia sangre con las precitadas conquistas.

Con el agobio del cansancio de sus incesantes correrías, más tarde las tribus germánicas se asentaron en un territorio donde el elemento germánico, si bien no puro, tiene una decisiva preponderancia aislada en los muros de aquellas ciudades, como prisiones, dedicaban el mayor tiempo a estudiar las reliquias de las civilizaciones anteriores y en desarrollar sus instituciones. Fue entonces cuando la nacionalidad alemana, aunque dividida en muchos Estados de diversas geografías, comenzó a aparecer como animada por un espíritu común y al desplegar e incentivar en todas las ramas del saber esa conocida e incansable laboriosidad que el propio Leibniz afirmaba que había sido siempre el venero del carácter germánico.

La nación germánica, sin exageración alguna, se compara a un hombre vigoroso de mente y cuerpo que, después de haber templado y completado su complexión en la vida libre de los bosques y en los campos, se entrega sin límites a desarrollar bajo la forma de actividad intelectual y de laboriosidad científica la capacidad, inventiva y fortaleza de su propio temperamento, y, es así, que prorrumpen enjundiosas y múltiples manifestaciones intelectuales en todos los campos de la actividad humana y parece que a primera vista se resienta a toda norma y regla, pero a quienes siguen puntualmente esa evolución, lo consideran como el desenvolvimiento progresivo de un inagotable caudal de potencias mentales que son preponderantes en el pueblo germánico.

El carácter alemán logra con dificultad desenvolver la franca originalidad de su genio y revela una excepcional singularidad en la aptitud para concentrarse en sí mismo y hacer abstracción del mundo exterior asumiendo preferentemente el carácter especulativo y desarrollando nítidamente en el aspecto de la religión y de la moral, comenzando su vida filosófica con Boehm.

Los progenitores del pueblo alemán parecen encontrarse en los cantores del Edda y en de los Nibelungos y buscan en la antigua Germania las primeras leyendas mitológicas y religiosas en que se inspiraron sus grandes poetas y el germánico comienza por la idea para descender a los hechos y por el pensamiento para decantar en la acción, partiendo por el espíritu para llegar a la materia, de lo moral a lo útil e investiga al hombre como ser ideal y moral en su vida interior, transformándose en el psicólogo de la humanidad. Gracias a ello y a la peculiaridad de su carácter que le confiere aptitud para la abstracción del mundo exterior y profundizar sus especulaciones o tesis.

El genio germánico, inmensamente grande en todos los ámbitos de la ciencia, asciende a una inusitada cima en la teología y en la metafísica que requieren mayor poder de abstracción y reconoce en Lutero que, en religión, la fe interior lo es todo; y no tienen, por el contrario, incidencia los actos exteriores, y su genio filosófico se identifica personificado en Immanuel Kant, quien, en una época agobiada de complicaciones, como la Revolución Francesa, por ejemplo, supo sumirse en la abstracción de dichas cuestiones de su tiempo y dedicarse íntegro al examen crítico de la razón especulativa y práctica, despertando en su propio país un genuino interés y un contenido entusiasmo que sólo puede entenderse si se toma en cuenta el temperamento intelectual de la nación germánica.

La cuestión económica ni la política ni la idea de integrar en una nación única los varios Estados de Alemania, sirvieron para despertar y estimular el genio germánico sino el amor por la propia libertad del pensamiento y de conciencia; por ello los germánicos fueron los iniciadores de las reformas que comenzaron por ser una revolución religiosa y moral y más tarde produjo consecuencias políticas al reivindicar su libertad externa, es decir, fueron solícitos primero de la cuestión religiosa y moral y luego empezaron a preocuparse de las cuestiones políticas y económicas. Con Kant se abandonaron en una especie de cosmopolitismo por contemplar, como una idea, una república universal de los Estados y, por declararse con Fichte ciudadanos del país, cuya cultura fuese más adelantada y más tarde la formación de una propia nacionalidad estudiando la economía general del Estado y luego comenzaron a ocuparse de su economía nacional.

Entre las ciencias sociales, aquellas en que Alemania dejó una impronta más original y profunda son, después de las ciencias teológicas, las ciencias morales como lo prueba la revolución moral iniciada por Kant, el más grande moralista de la época moderna y que es una ley categórica absoluta que impone al hombre el deber de hacer el bien, por el bien mismo, independientemente de las consecuencias; de esta forma los germánicos tratan de dotar de un fundamento ético a la organización jurídica y económica que es determinante en la actualidad para los abogados y economistas.

En Alemania las teorías sobre la Constitución jurídica del Estado y el Derecho Natural fueron las que antecedieron a la formación de una nacionalidad germánica y de una legislación propiamente nacional. La unificación de Alemania comenzó a manifestarse en las doctrinas de las ideas, en el dominio del pensamiento y sólo los sucesos empujaron a los distintos países de Alemania a encarnarla de hecho, así la unificación y la constitución germánicas fueron discutidas y aprobadas desde 1848 en Frankfurt, mientras que desde 1878 era dudoso aún, cuál de los soberanos reinantes debería tener la cualidad de Emperador de Alemania.

Otro aspecto jurídico que Alemania supo superar es el dualismo entre el derecho exclusivamente germánico y el derecho romano, que convivieron separados, y cada cual tenía una escuela propia y además adherentes, empero, sobre ambos se asentó una cierta armonía en las doctrinas del Derecho Natural, el cual llevó a la fusión de los dos elementos y preparó el sendero a la unidad de la legislación alemana.

Luego se presentaron ingentes y amenazadoras las cuestiones económicas y sociales, y antes de los hechos, estas se manifestaron en teorías, en hipótesis, llegando abruptamente a un socialismo sistemático, científico, cuyas numerosas sectas se clasifican por las teorías que propugnan y defienden, entonces, se forma una asociación de trabajadores inspirada en los hombres de ciencia como Carlos Marx y no solo se satisface con mejorar las condiciones de trabajo frente al capital sino que intenta destruir y reformar la existente organización social.

Ante tan agobiantes problemas la ciencia alemana se puso a estudiar las leyes que gobiernan la vida social, que en Alemania tomó un carácter particular, de esta forma los alemanes la llaman psicología de los pueblos y desentraña la vida psicológica e interior para encontrar el espíritu universal de la Humanidad e impulsa a la sociedad a saltar de uno a otro progreso.

Hoy en Alemania, con las vicisitudes que ha vivido en el siglo XX, que son de dominio general, y pese a posibles diferencias y contradicciones, este indómito pueblo siempre se reencuentra en sus raíces del pensamiento y lo impulsa a ser el psicólogo de la sociedad humana, como hoy, cuando emerge su liderazgo abrumador en la Unión Europea.

Fuente: Por: Raúl Pino-Ichazo Terrazas
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