Las tierras bajas del paÃs, conocidas por su potencial agropecuario, no han sido ajenas a intentos de aprovechar sus recursos minerales y fueron objeto de múltiples expediciones en los tiempos tempranos de la Colonia, cuando conquistadores buscaban con ansiedad los yacimientos de oro del continente, antes del descubrimiento del Cerro Rico de PotosÃ, que marcarÃa a partir de 1545 el predominio de la plata en la economÃa de España y del mundo.
Hoy Santa Cruz, para hablar del departamento mayor, ya genera cerca del 28% del PIB nacional y el 26% de las exportaciones del paÃs. La minerÃa, que en 2005 generaba el 0,9% del PIB cruceño, hoy ya significa más del 3%. Este sector ha sido el de mayor crecimiento en los últimos años (25,2% en 2014), y el valor de las exportaciones mineras ya significan más de $us 200 millones, de los cuales más de $us. 130 millones corresponden a exportaciones de oro (Fundación Milenio, Informe de coyuntura Coy 291). Esto, que pareciera indicar un despegue del sector minero en la región, deberÃa tomarse con pinzas. La actividad minera en las tierras bajas es impulsada predominantemente por cooperativas y pequeñas empresas artesanales, lo cual parece indicar que se está replicando el patrón estructural de la minerÃa informal que rige en el occidente del paÃs. Esto es muy grave. A estas alturas de la historia el oro de la cuenca alta del rÃo Amazonas (norte de La Paz, Beni, Pando, Santa Cruz), que fue el objetivo de exploradores desde la remota Colonia, ya está controlado por operadores informales y/o artesanales.
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