En 1996, un grupo de ingenieros de sistemas de IBM, encabezados por Feng-hsiung Hsu y Murray Campbell junto a otros 3 cientÃficos, culminaron un proyecto llamado Deep Blue (Azul profundo), que tuvo sus inicios en 1985 y cuyo propósito era el de conseguir una computadora que para jugar ajedrez no haga la lógica de buscar entre millones de jugadas la mejor posible, sino que logre algo hasta ese momento, todavÃa difÃcil de conseguir, y era que mientras estudiaba más de 200 millones de movidas por segundo, piense como un humano y pueda generar estrategias, entre ellas alguna trampa que le sirvió por ejemplo para ganar la segunda partida, cuando Kasparov, le ofreció un sacrificio de peón para contraatacar luego, pero que al darse cuenta, la máquina le rechazó la opción optando por otra movida más astuta. Esa jugada desubicó al maestro, quien pensó que habÃa por detrás un humano que ayudaba a pensar a la máquina, pero IBM demostró luego lo contrario. La realidad era que un grupo de circuitos inhertes, estaban analizando las situaciones como un cerebro humano.
Deeper Blue, que fue como llamaron a la segunda supercomputadora que venció al naazerÃ, era un equipo desarrollado por la IBM, cuya estructura de procesamiento paralelo masivo estaba basada en el RS/6000 con 30 nodos, cada uno con 30 microprocesadores P2SC de 120 MHz, ampliados con 480 procesadores VLSI de uso especial. Programada en lenguaje C y en un sistema operativo llamado AIX. Su talento estaba en la fuerza de su proceso de información y los cálculos de probabilidades, lo que significó su mayor fortaleza, pues le permitÃa estar casi siempre en una movida de ventaja y no perderse en el mismo cálculo de manera que abarcara muchas más probabilidades.
Lo que es difÃcil de entender es que, muy a pesar de todos estos avances y logros, aún existan lÃderes polÃticos capaces de subestimarnos al extremo de hacer de la demagogia un parloteo incesante y cacofónico con el cual intentan comprar amores y benevolencias, por el simple afán de tener una muchedumbre encantada con el sueño de ser como ellos creen que somos, o peor aún como creen que queremos ser.
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