Cada año se produce una jugada de fuerza entre el Gobierno y los trabajadores para establecer las condiciones favorables al incremento salarial que quiérase o no siempre está en desnivel con la realidad de los precios vigentes y todas las condiciones que significan parte de un presupuesto familiar.
La pulseta es lógica y por tanto se adoptan medidas especiales tanto en las filas sindicales como en los reductos oficiales, desde donde se disponen las condiciones afines a los propósitos de los bandos en pugna, los asalariados y los gobernantes.
Si en los cuatro años anteriores el Gobierno mantuvo un promedio de aumento salarial próximo al 10 por ciento, no se logra entender cómo es que ahora, cuando las macro cifras son manejadas para mostrar un país de alto repunte económico y financiero, los salarios no puedan tener un razonable incremento.
El Producto Interno Bruto (PIB), por un lado; el temor de abrir un cauce a la inflación por otro son justificativos temporales de los ministros de área para minimizar los reclamos laborales que rechazan un 5 por ciento de incremento y mínimamente exigen entre el 10 al 20 por ciento de aumento salarial.
Y quien señale que el pedido de los trabajadores es exagerado está viviendo fuera de la realidad, como sucede con los ministros y los mandatarios, que por lo visto no tienen la más mínima experiencia en el manejo presupuestario de un hogar, por tanto menos pueden saber de lo que ocurre en los centros de abasto con precios de los productos más requeridos que suben de semana en semana
Los trabajadores ya lo han dicho, el salario mínimo vigente, más referencial que real, es el parámetro que sirve para calcular lo que está sucediendo en una familia “tipo” de por lo menos cinco miembros, con gastos de alquiler de vivienda, abasto de mercado diariamente, vestimenta, salud y educación, además de servicios elementales como luz y agua, porque teléfono ya es un artículo de lujo, el salario no alcanza ni para medio mes, entonces surge la interrogante ¿cómo se salva la supervivencia de las familias?.
Simple y llanamente hay un desastre nacional que afecta duramente a los trabajadores en un país en el que prevalece la dependencia salarial y es el poder central que tienen que ver con la suerte de la mayoría de bolivianos, que entre otras limitaciones no pueden acceder a fuentes de empleo seguras por tanto viven un verdadero Vía Crucis.
Las explicaciones, ilustradas habilidosamente por teóricos ministros, no se acercan a la realidad de los trabajadores que viven “al día” una tragedia de orden económico sin sentir para nada el supuesto beneficio de los intereses que ganan nuestras reservas en la banca externa.
“Otra cosa es con guitarra” reza el dicho popular y cuanta verdad se encierra en sólo ese detalle que no practican los jerarcas del gobierno y que de la manera menos sencilla quieren convencer al pueblo que estamos en bonanza.
La mentira “tiene patas cortas” y más temprano que tarde habrá que dar una adecuada satisfacción a la gran masa de trabajadores que rechaza el 5 por ciento de aumento y clama por un mayor porcentaje que nivele su paupérrimo salario.
Fuente: LA PATRIA
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