Sábado 01 de octubre de 2016
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No fue el "imperio" el que denunció la descomposición del sandinismo y las ambiciones que enterraron las promesas de la Revolución de pañuelos rojinegros. Fue un combatiente de paz, un contemplativo que hizo de la comunión un ágape con los más humildes y desposeÃdos. Fue Ernesto Cardenal el que contó hace décadas cómo la pareja Ortega- Murillo y su corte de miserables habÃan estropeado Nicaragua.
Recuerdo que me encerré tres dÃas cuando los sandinistas perdieron las elecciones en 1990. Tanta lucha parecÃa en vano; tanta negociación terminarÃa con jóvenes muriendo en la guerra no declarada contra los "contras" alimentados por el triángulo Washington-(Teherán)- MedellÃn- y la yapa, Huanchaca, Bolivia. ParecÃa entonces que todo era fruto de la mano negra malvada.
Muy pronto se conocieron detalles de la "piñata", aquella red de corrupción que benefició a antiguos combatientes del Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, mientras los campesinos seguÃan pobres. Algunas denuncias parecÃan imposibles como los abusos a muchachas cometidos por comandantes a los que conocà en 1980 como ejemplo de heroÃsmo. Finalmente saldrÃa a la luz el vejamen del propio Presidente Daniel Ortega a su hijastra adolescente.