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Domingo 25 de septiembre de 2016

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Cultural El Duende

BARAJA DE TINTA

De Blanche de Tamayo a Fernando Diez de Medina

25 sep 2016

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Blanche de Tamayo

Apt. 2 A. C. The Osborne

205 West 57th. St.

New York

(No tiene fecha. Recibida el 9 de enero

de 1943)

Señor D.

Fernando Diez de Medina

La Paz.

Muy señor mío:

Buenos amigos bolivianos me prestaron su último libro y bajo la impresión de su lectura, le escribí una carta de desbordante admiración. Le decía en ella que era no sólo un libro, sino una creación artística, en la que Ud. había animado a una magnífica estatua. (Tamayo treinta años en su balcón, ¡qué cuadro más hermoso!)

Apreciaba cada detalle de la obra, profundamente humana y escrita con amor, ¿no es verdad?, y me parecía que participaba con usted en la creación de la obra misma, diciéndole que nadie podría comprender y amar el libro como Ud. y yo, porque era parte de nosotros. Nunca mandé esa primera carta por escrúpulos que fácilmente adivinará Ud.

Pero el otro día, en una casa amiga, me hablaron de artículos que habían encontrado su origen en la publicación de su libro. Los llevé a mi habitación y cuál no fue mi dolor al leerlos, al menos por uno de ellos.

¿Se puede encontrar hecho más trágico? Cubrir de lodo su propia estatua, a la que futuras generaciones hubieran cubierto de flores� Señor: ¿en qué hora infausta de tormenta ha debido el señor Tamayo escribir el negro artículo?

Ahora usted y yo no sabemos si el que creíamos conocer existió de verdad; porque no me diga Ud. que no existía cuando Ud. escribió el libro, porque yo lo reconocí. No reconozco, en cambio, al autor del artículo. Yo, a pesar de pertenecer a la generación del Sr. Tamayo, pienso como Ud., tal vez porque he educado a la juventud a la cual debía la verdad.

Veo en usted a un hombre de gran corazón, honradísimo, tanto que no necesito en hacerle confianza con esta carta que quedará en secreto entre nosotros.

Que no conozca mientras don Franz viva. Se necesitan hombres como usted para labrar el porvenir; pero que haya más como usted en Bolivia.

La respuesta que Ud. ha dado al artículo del Sr. Tamayo, es perfecta; tiene las mismas cualidades del libro. Dice usted la verdad: abrió el portal de la gloria al Sr. Tamayo. ¿No lo habrá vuelto, él, a cerrar?

En su funesto artículo ha cometido un crimen, ¡ha matado a un gran hombre!

¿Qué se puede hacer para cubrir con el manto del silencio un incidente de tan trágicas consecuencias?

Porque usted ha debido de perder algo de la fe que tenía en su obra, como yo he perdido mi ilusión.

Cada pensamiento de usted está duplicado en mi alma, gozo del menor detalle de su obra y de su artículo. Usted, señor, honra la literatura española, no solamente por su pensar elevado y una forma hermosa y llena de vida, sino por una sinceridad que encontrará siempre un eco en todo corazón generoso.

¿Son todas sus obras tan bellas? ¿A cuál quiere más?

Apreciaría si me hiciera conocer cómo terminó este desgraciado incidente.

Quisiera decirle más pero una carta aérea es limitada. Aprecio sobre todo el carácter profundamente humano de su libro, la ausencia total de prejuicios. La tapa misma del libro es soberbia. Ese nombre, esas montañas ¡qué feliz combinación!

Nosotros estaremos unidos: usted porque lo ha creado, yo porque soy su mujer. Estamos encima de querellas y prejuicios y sólo deseamos protegerlo ¿no es verdad?

Pero sobre un punto no estoy de acuerdo con Ud. El Hechicero pertenece al Sr. Diez de Medina y existe un Franz Tamayo tal como Ud. lo ha representado. Este mismo es el confuso problema: usted ha adivinado a un ser que sólo yo creía conocer.

¡Su héroe existe! De aquí viene la gran admiración que siento por usted. Cómo perteneciendo a otra generación, ha podido usted penetrar en esta alma tan misteriosa, este ángel y este demonio al que se refiere usted en alguna parte; pero el ángel, ¿en él?, ¿quién lo hubiera reconocido fuera de usted?

Lo que yo no puedo comprender es que el Sr. Tamayo no se haya podido reconocer a sí mismo. ¿Ha cambiado o es la vejez?

Decididamente, cierro esta carta, ¡pero cómo querría poder hablar con Ud.! En fin, si el Sr. Tamayo no nos permite que le amemos, nos queda "nuestro hechicero", sobre el cual podremos volcar nuestro afecto.

Ã?l lo merece.

Blanche de Tamayo

Durante 20 años, mantuve amistad epistolar con la primera esposa de Franz Tamayo, Sra. Blanche de Tamayo, francesa, educadora y noble espíritu. Cambiamos numerosas cartas, en muchas de las cuales confirma las apreciaciones de este libro sobre su esposo.

Ella me pidió que mientras viviese don Franz Tamayo, no las publicara para no herirlo en su orgullo. He cumplido fielmente esa promesa.

Diez años después de la desaparición del poeta, creo llegado el momento de revelar las cartas iniciales con la señora de Tamayo, por el valor testimonial que agregan al asunto y al personaje biografiado.

F. Diez de Medina en:

"Franz Tamayo, hechicero del Ande" 1942

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