Domingo 25 de septiembre de 2016
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Salieron a las calles con el polvo mineral de Oruro. Murieron en una calle de Estocolmo, ateridos por el invierno polar. Con la cara rota de tanto buscar el camino de retorno.
Esta es su historia.
Zapatos viejos cansados de andar.
Zapatos doloridos de maltratar su rostro en la quimba de la Huérfana Virginia. Madrugadores pertinaces, conducían pies bailadores directo a la serenata y luego "como por tubo" al fricase del 312.
Zapatos traviesos, que se ponían de puntas para alcanzar los labios de una mujer.
Zapatos que jugaban con otros, ocultos en los bajos de la mesa familiar.
Zapatos que cerraban los ojos cuando sentía caer a su alrededor la ropa de él y de ella.
Zapatos soñadores con mundos mejores.
Zapatos que fruncieron el cuero por miedo a la policía.
Zapatos que huían sin rumbo. Hicieron "camino al andar", con muy pocos descansos para recuperar el aliento y respirar aires nuevos. Hasta fueron lustrados donde el Ernesto.
Zapatos sin aliento, que caminaron buscando trabajo.
Zapatos del exilio, asfixiados de temor. Sus primeras grietas en la suela, fueron tapadas con hojas Le Monde. Antes de dejar aquel viejo puerto italiano e intentar el camino de vuelta fueron sometidos a la cirugía de la media suela.