Jueves 06 de mayo de 2010
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Como mis amigos y parientes saben, soy un fanático de los paros, bloqueos, marchas y manifestaciones sin importarme los motivos que los originan y es tal la felicidad que siento al adherirme a tales actividades que en una oportunidad cuando me perdí de mi hogar durante seis días marchando por Evo desde Cochabamba a La Paz cuando él era Diputado, mi esposa me llevó al consultorio de un psiquiatra para que me examinara.
El afamado galeno, Dr. Marcelo de la Quintana, me observó con cuidado y me interrogó larga y profundamente y hasta me sometió al psicoanálisis mientras mi llorosa esposa me sujetaba fuertemente en el diván; concluida la prueba le dijo a ella "tu esposo sufre de un síndrome de manifestante a raíz de una lesión cerebral que le impulsa compulsivamente a gritar sus sentimientos en calles y caminos”.
A raíz de esa lesión cerebral no puedo dejar de adherirme a cualquier manifestación, habiendo sido muy feliz durante los años de la diputación de Evo hasta que él llego a la Presidencia de la República en Enero del 2006, momento en el que desaparecieron las marchas y bloqueos y las manifestaciones públicas que me hacían tan dichoso. Al desaparecer esas actuaciones públicas mi vida se tornó lánguida y aburrida y dejé mis demostraciones entusiásticas de amor hacia mi amada esposa. Es que me faltaba el incentivo de las marchas públicas que felizmente se reiniciaron el pasado Martes, cuando me lancé a las calles paceñas para adherirme a todas las manifestaciones públicas que encontré a mi paso, concluyendo en una modesta marcha que apoyaba a las esposas e hijos de los Policías de Baja Graduación.