Domingo 18 de septiembre de 2016
ver hoy
El epÃgrafe nos inclina a la reflexión pues cuanto más estamos tan atareados en nuestras persecuciones materiales tanto más desaparecerá Dios, entonces, démonos cuenta que nuestra vida requiere una reflexión constante, profunda y diaria para encontrarnos con Dios pero, ¿Cómo se encuentra a Dios?, simplemente pensándolo, citándolo, leyéndolo, consultándole antes de actuar y hasta defendiéndolo ante voces adversas; de esta forma se crea en el ser humano la necesidad de involucrar a Dios, con estas acciones y el pensamiento, en todos nuestros actos terrenales y tal calidad de vida reanima nuestra aletargada fe y la acrecienta, debido a que no se puede obtener la paz ni la riqueza espirituales si es que no sabemos inducir con nuestros actos el crecimiento de nuestra fe.
En la religión es determinante comprender que no existe el ver para creer sino el creer para ver, lo cual es diametralmente diferente tanto en la acepción como en logro espiritual. No se puede encontrar a Dios ni descubrirlo si no se comprende que la fe en la única posibilidad de elevarse a otro ámbito, desaferrándose de la obsesión por las cosas terrenales, aunque es menester aclarar que las cosas materiales deben atenderse pues Dios no serÃa justo si no nos dejase corresponder a nuestra naturaleza humana, consecuentemente imperfecta, empero, jamás esta necesidad debe sobrepujar lo espiritual y es este preciso punto de inflexión que nos provee equilibrio y ponderación en nuestros actos.