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Domingo 11 de septiembre de 2016

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Cultural El Duende

Cervantes o la exaltación del amor

11 sep 2016

Discurso pronunciado por el Ing. Luis Urquieta Molleda en acto organizado por Mesa Redonda Panamericana filial Oruro, conmemorando el IV Centenario del fallecimiento de Miguel de Cervantes Saavedra, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega

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Primera de dos partes

Para abordar el tema, como intento de aproximación a la "Vida y Obra" de Miguel Cervantes Saavedra, he preferido concentrar mi atención en su novela cumbre El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, que por la dimensión y contextura del personaje rebasa toda ponderación adjetiva, como el prototipo de una creación con grandeza espiritual, que fue acogida desde su aparición en 1605.

En todos los tiempos y latitudes, la novela emblemática del manco de Lepanto ha causado admiración y encanto, porque se ha convertido en fuente inagotable de la disquisición académica sobre la narrativa. Por ejemplo, sigue latente el debate acerca de la existencia de historias y narraciones intercaladas en varios pasajes de la obra, con el rótulo de "las novelas en el interior de Don Quijote". Y cobra seriedad el postulado cuando Alfonso Reyes (1889-1959), notable poeta, historiador y ensayista mexicano dice que El Quijote es una "selva de invención" integrando las diversas novelas a la trama principal con la finalidad de percibir sus correspondencias y observar cómo reflejan una parte fundamental del pensamiento de Cervantes.

DON QUIJOTE DE LA MANCHA,

MODELO HUMANO

Miguel de Cervantes Saavedra, proclamado como el Príncipe de las Letras Españolas, destella como el artífice del idioma castellano. Su obra maestra, El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, es la creación literaria más connotada de la literatura universal

Sus dos rasgos esenciales: la belleza y la hondura en perfecta conjunción, hacen de El Quijote una obra para encumbrar hasta las cimas más elevadas el entendimiento del alma humana.

Para una incursión, no precisamente con el juicio severo del cervantista, tocaremos aquí segmentos del vasto horizonte del Quijote, como elegante y gallardo trasunto humano.

Con todo, exige un requisito indispensable: el amor. Sólo ese sentimiento predispuesto a una actitud de ternura puede comprender aquel influjo que anima el alma y la vida de Don Quijote. Sólo quienes penetran con resolución amorosa a la novela, pueden recorrer una a una sus páginas y sentir la profundidad insondable, las reconditeces, encrucijadas y los misterios del alma que se iluminan con el amor.

Los pórticos de la novela están abiertos para quienes aman todo lo que es grande, noble y puro. Quien tiene estima por la vida y busca la verdad, la justicia y la belleza, puede penetrar en la novela epónima de Cervantes y disfrutar, capítulo tras capítulo, su inagotable riqueza.

El Quijote es un logro literario subyugante que deja en el lector surcos profundos y huellas indelebles, como para inscribir en la memoria la imagen vital y entrañable del hidalgo de la Mancha. ?l es un ser de ficción, surgido de la imaginación del manco de Lepanto con todos los rasgos esenciales de un personaje con existencia insólita y extravagante, aunque siempre noble y generosa, heroica y valiente.

Los hombres de la vida real tienen objetivos, luchan por realizarlos, vacilan, desfallecen, siguen adelante, pero no siempre saben lo que quieren, tampoco se sustraen a su condición humana, que es la búsqueda incesante de sí mismos, cuando es difícil, acaso imposible, saber si alguien al final se ha encontrado realmente. La vida es un enigma indescifrable. La meta final de nuestra incansable carrera es un eterno buscarse. Sólo la voz interior, que viene nadie sabe de qué arcanos, puede conducir a ese encuentro.

En cambio, la individualidad de Don Quijote es asombrosa. El hidalgo caballero no necesita buscarse. Su vida más que búsqueda es realización. Desde que surge a la existencia sabe lo que quiere, sabe qué es y qué será. En lo profundo, en la oquedad de su alma, sabe quién es y cómo va a enfrentarse con el mundo.

Por eso, desde el momento en que trabamos relación con Don Quijote, nace una profunda simpatía que nos hace difícil abandonarlo mientras seguimos el curso de su vida hasta que se hunde en la muerte.

Los hombres comunes recibimos nuestra vida para hacerla y no sabemos cómo ni para qué. También Don Quijote recibe su vida no hecha, pero transmutado en caballero andante, en su alma sabe desde el comienzo cómo y para qué discurre su existencia ejemplar.

En el combate, donde se funda la realización de la vida humana, le sobrevienen fracasos, frustraciones, desengaños, pero el heroico alucinado de la Mancha es invencible, jamás sufre derrota alguna por más que las apariencias exteriores, los insultos, los escarnios, las burlas, los palos y las pedradas lo derriben.

El ímpetu fecundo y la verdad que brota de su corazón son inconmovibles. Su ánimo valeroso es inexpugnable cuando clama en una hazaña imperecedera: "Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo será imposible".

DON QUIJOTE, HECHURA

Y RETRATO DE CERVANTES

A la pregunta: ¿Quién es Don Quijote? podemos contestar: Don Quijote es el brazo armado al servicio del orden moral, es decir al servicio de la realización del bien y la justicia. O con otras palabras: Don Quijote es la bondad militante actuando en el mundo sin restricciones para realizar la justicia y el bien.

Cervantes, al encender prodigiosamente el fuego de la vida en Don Quijote, no sólo ha penetrado hasta el núcleo del alma humana sino que ha descubierto el meollo esencial del prototipo humano, el fondo de donde brota la conciencia moral, la voz del bien y del mal.

Todos los hombres de buena voluntad podemos ser buenos si ahondamos en nuestra bondad como Don Quijote. Y ¿de dónde viene la bondad de Don Quijote? Del alma misma de Cervantes, del amor de héroe cautivo de Argel y manco de Lepanto.

El autor del Quijote era un hombre bueno. La bondad y el amor son los rasgos que más impresionan en el hombre que es Cervantes. Esto se ve con sólo considerar algunos de los sucesos importantes de su vida.

Miguel de Unamuno, el más quijotista de los escritores españoles, admira y ama a Don Quijote antes que a Cervantes, llegando a afirmar que éste es inferior a su obra, cuando dice:

"El Quijote tiene su padre y su madre. El padre es Cervantes y la madre, España. Pero este hijo maravilloso tiene más de la madre que del padre. Por eso, Cervantes, inferior a su creación, no es capaz de entender bien a su propio hijo".

Cervantes mismo, en el Prólogo de su novela, se considera padrastro de Don Quijote, cuando afirma:

"Pero yo, que aunque parezco padre, soy padrastro de Don Quijote".

Unamuno no quiere ver la bondad y el amor que brotan del alma de Cervantes, extraordinario padre de Don Quijote.

A pesar de su vida errante, llena de estrecheces, privaciones y duros golpes, nunca reacciona con amargura, resentimiento u odio. Aunque sus desgracias no tienen límites, su bondad es igualmente irrestricta.

De su biografía extractamos algunos sucesos conmovedores en los que se forjó Cervantes.

Miguel de Cervantes Saavedra nació en Alcalá de Henares en 1547. Era el cuarto hijo de los siete que tuvieron el cirujano Rodrigo de Cervantes y Leonor de Cortinas.

Contaba cinco años cuando su padre fue encarcelado por deudas en Valladolid y se trasladó con su familia a Córdoba y a Sevilla, donde residió hasta 1566, año en que se estableció en Madrid. Se desconocen los estudios que realizó. Es posible que fuera instruido por jesuitas, pero no parece que siguiera cursos universitarios.

En 1571 se hace soldado en Italia y participa en la batalla de Lepanto, gesta que recordará en numerosas ocasiones con orgullo. En ella fue herido en el pecho y quedó imposibilitado de la mano izquierda, aunque no la perdió ni fue obstáculo para repetir su actuación como soldado en Italia y África.

Al volver de Nápoles en 1575, frente a Palamós -Costa Brava-, su galera fue atacada por el corsario Arnauti Mamí, un renegado albanés, que hizo prisioneros a él y a su hermano Rodrigo, llevándolos a Argel. Allí pasó cinco años cautivo, "donde aprendí a tener paciencia en las adversidades".

Tres intentos de fuga le costaron azotes y encarcelamientos, sólo en 1580 cuando la familia consiguió reunir el dinero pudo ser rescatado.

Como en el suceso de Lepanto, el recuerdo del cautiverio aparece en numerosas obras.

Vuelto a Madrid, en 1582 solicitó, sin éxito, uno de tres puestos en América, entre ellos ser Corregidor de La Paz, cuando esta villa tenía 34 años desde su fundación.

Por aquel tiempo tuvo una hija natural con una mujer casada. La llamó Isabel de Saavedra. Contrajo matrimonio en 1584 con Catalina de Salazar y Palacios, de diecinueve años, natural de Esquivias.

En 1587 se estableció en Sevilla con el puesto de comisario real de abastos -recaudador de tributos-, oficio que cumplió con extraordinario celo hasta el punto de ser excomulgado en dos ocasiones y sufrir un breve encarcelamiento en 1592. También tuvo su estancia por unos meses en la cárcel de Sevilla, motivada por la quiebra del banco en el que había depositado el dinero de las recaudaciones.

Don Quijote se engendró "en esa cárcel donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación"

Por esas fechas ya vivía en Valladolid en compañía de su mujer, su hija, sus dos hermanas y una hija natural de ellas. Las hermanas no tenían buena reputación y eran conocidas despectivamente como "las cervantas".

En 1606, la familia se estableció definitivamente en Madrid donde Cervantes vivió gracias a la publicación de sus obras con la asistencia de algunos mecenas, como el Conde de Lemos. Murió en Madrid el 23 de abril de 1616.

"EL QUIJOTE"

NOVELA MODERNA

Las grandes novelas han sido celebradas tanto por el tratamiento de sus temas como por sus innovaciones de tipo formal. De hecho, El Quijote se yergue como la primera de las novelas modernas. Suponer que es tan sólo una invectiva en contra de las de caballería, implica un juicio parcial de burda simplificación.

Cervantes fue el primer escritor en dominar la novela como obra de ficción, aunque en los círculos académicos se sigue debatiendo si el iniciador del género fue Homero (siglo IX a.d.C.) con La Ilíada y La Odisea; Cayo Petronio (siglo I a.C.), escritor latino con El Satiricón, novela en prosa y verso que retrata con realismo las andanzas de dos jóvenes libertinos en la época de Nerón; Heliodoro (siglo III), novelista griego, con Teágenes y Cariclea que influyó en la literatura europea de los siglos XVI-XVII; Ludovico Ariosto (1474-1532), escritor italiano, autor del poema épico Orlando Furioso; Rabelais (1494-1553), humanista francés del siglo XVI, autor de Gargantúa y Pantagruel (1534), cuyo protagonista es un gigante de insaciable apetito.

Heredando esa luminosa tradición épica y narrativa, Cervantes pone fin a una serie de géneros envejecidos, principalmente la novela caballeresca, la novela pastoril y la picaresca, para crear otro más egregio y vigoroso, siguiendo el legado de sus predecesores como Boccaccio (1313-1375), el primer gran prosista que escribió, entre otras obras, el Decamerón, conjunto de cuentos de las costumbres italianas del siglo XIV publicados en 1352.

El gran innovador, con menoscabo de sus predecesores, afirmó premonitorio: "Yo soy el primero que ha novelado en lengua castellana", sin sospechar la proyección que tendría su obra en la literatura universal, concebida para producir solaz con una compleja invención verbal en la que se exploran las ambigüedades narrativas, lo intrincado de la construcción de la estructura y la posibilidad de crear un mundo real a partir del lenguaje como único recurso.

En efecto, como lo apunta Gyorgy Lukacs (1885-1971), filósofo y ensayista húngaro, en su Teoría de la novela¸ el género novelesco naciente con Cervantes estaba abocado a ser exclusivamente un medio para producir solaz y esparcimiento.

Sólo que, sin alterar su finalidad original, Cervantes explora además su mundo y las relaciones que establece con el ser individual, y con ello transforma la novela sublimándola de un mero medio de entretenimiento a uno de entretenimiento y conocimiento.

No son pocos los autores -procedentes de varias lenguas y nacionalidades- que han seguido el modelo establecido por Cervantes en El Quijote, aceptando su disposición como arquetipo y ejemplo de todos los tiempos. Inspiró a Fedor Dostoyevski (1821-1881), Iván Turguenev (1818-1883) y Gustavo Flaubert (1821-1880), que brillaron en la literatura universal.

Ni siquiera la joven literatura norteamericana ha podido sustraerse de la influencia de Cervantes. Principalmente Mark Twain (1835-1910) y Ernest Hemingway 1899-1961) han mostrado clara constancia de la huella que Cervantes con El Quijote, dejó en su literatura.

También hay que decir que, entre las reflexiones que ha suscitado El Quijote, una buena parte ha sido sugerida no por la crítica sino por los propios novelistas y poetas, para quienes la influencia de Cervantes resultó decisiva en la creación de sus obras.

Continuará

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