Germán Carrasco. Poeta Chileno (Santiago, 1971). Ha publicado: Brindis (1994), La insidia del sol sobre las cosas (1998), Calas (2001), Clavados (2003), Wir die keinen karneval (2005), Multicancha (2005), Poems (201) L´insidia del sole sopra le cose e altre poesie (2010), Ruda (2010), Ensayo sobre la mancha (2012), Multicancha (reedición) (2012), Mantra de remos (2016), Imagen y semejanza. Antología (2016).
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Este colegio
era antes un cine
Oye, este colegio era antes un cine
pero está prohibido recordarlo
so pena de castigos y sanciones.
Este colegio era antes un cine
y en este territorio tenían sentido
la ficción la metáfora la imagen.
Alguien una vez tuvo la mala idea
de preguntar por el origen del edificio,
y fue expulsado en el acto del colegio.
Sin embargo a veces las chicas
se fugan de clases a fumar escondidas
a los rincones de socialización fundamental
y una a otra se enseñan evidencias:
la huella de los proyectores en la sala
o las cenefas que enmarcaban el ecrán.
El ecrán mostraba los documentos,
el mundo más allá del recinto,
el besuqueo, la belleza y las lágrimas.
El lugar del ecrán ha sido convertido
en el escenario de un gimnasio marcial
en donde se pronuncian discursos.
Ahí, un hermoso niño engominado
lee las efemérides de batallas, conquistas
y hasta de industriales y empresarios.
Nadie le explicó el motivo del homenaje
a estos personajes que reemplazaron
a las heroínas y aventureros de la pantalla
o a los documentales que mostraban
los modos de vida fuera del recinto,
los partos y el sexo en otras tribus.
Una vez se vio un rayado en el baño
que decía: "los del circo ni siquiera
tuvieron la oportunidad de los del cine"
(los del circo sostenían que a los pobres
indefectiblemente se los cargan
-se los cagan- primero,
que los del cine tuvieron menos bajas
-que tuvieron raja-)
Está prohibido recordarlo.
Por algún motivo es un tabú
pero esto era antes un cine.
Una de las chicas le dice a la otra:
fíjate en la marca de las butacas en el piso
en donde antes se besaban las parejas.
Ahora es un gimnasio oscuro
en donde se realiza una coreografía marcial.
Y dentro de las aulas, el silencio y los dictados.
Pero este edificio era antes un cine.
Del Titanic y el Zeppelin
Recuerdo la lectura de poemas, el eco de la ovación.
Una rubia bautizaba la proa de la nave con champagne:
espuma de mar, semen liviano del que nacen acróbatas
y bardos (cada metro el latigazo de una ola)
como el que los despedía en ese momento épico
del poderío americano: magnitud y misterio comparables
al del zeppelin nacional-socialista,
majestuoso velo sobre la insidia del sol:
metáforas colosales
aunque lamentablemente poco prácticas
cuya historia, junto a la de Babel, escribimos
con sumo cuidado
en barcos de papel, granos de arroz.
Oficio
Vela de paciencia en viento amenazante. La ventana abierta
no sólo por la asfixia asmática de quien ocupa el cuarto:
búsqueda de agujas en pajares. Intento
de despejar / despiojar / despojar de algo a ciertas palabras
nacidas p.ej de la contemplación
de Krishna y Arjuna soplando sus caracolas trascendentales
o de la propia memoria. El instante
se resiste al papel con celos de escándalo callejero, público
por motivo de prendas en demasía delicadas para su exposición al sol
y se resiste una niñita que descubre sus primeras palabras
frente a un micrófono o una cámara con la familia expectante.
"La realidad observada de cerca se torna mágica"
afirma Miss Diane Arbus cámara en mano, seguramente la misma
con que retrata viejas más feas que la muñeca del diablo
o seniles, obesos matrimonios empelota viendo t.v.
El instante era para ti, no para la página:
las palabras se convirtieron en un montón de perros cojos y sarnosos
que no te dejan comer haciéndote cariño en las piernas bajo la mesa
en un subdesarrollo de pesadilla transpirada: realidad de cerca, Miss Arbus:
primerísimos primeros planos de la miseria y naturaleza humana
que deberían inspirar una secreta esperanza por la especie.
Limpiar las palabras, no está mal:
un exiliado chileno finge acentos regionales en Estocolmo,
otro imita el acento de sus mayores, una niña reprime
su acento barriobajero en un pub, y los apostadores lucen
felices en el hipódromo comunicándose con un
set de encantadores gruñidos
Vano, pero intento de dominar el lenguaje (ni más ni menos)
como en el proceso del domador, la domadora
del amansarse mutuo -ensayos y funciones-
para acomodar sus ritmos sexuales para nuevos ritos.
Pero se vislumbran cuatro ampolletas en pilares, simulando cirios.
O sea: la ventana finalmente se abre, el aire da en el rostro y apaga
la vela que ampara la desnudez, el sadomasoquismo y la tortura.
Neruda en la discotheque
Cuando Neruda entró a la discotheque vacía / vio la esfera espejeante, icono de la música disco / fascinado como un bárbaro ante el imperio. / Se las arregló para que
el administrador del local la bajara / y para poder de esa manera observarla de cerca. / Descubrió que estaba compuesta de pequeños espejos, / pensó en globos terráqueos y, reflejándose / se vio abarcando el mundo entero.
Quiso saber cómo operaba aquel ingenio
para lo cual asistió a la discotheque de noche.
Pensó que se trataba de una fiesta de disfraces
en donde se pretendía emular a Sodoma y Gomorra,
pensó que era una fiesta gay & lesbian. / Los disfraces
eran bastante más osados / que aquellos de las veladas
de Isla Negra. / Luego rechazó esa idea: quizás la gente bebía y bailaba / en un rito de adoración a Baco / o al Mundo (representado por la esfera de espejos que colgaba
como una extraña lámpara en el cielo).
El espacio que se necesita para bailar / es el número
de tu calzado (ambos pies). / Además, Chile es
un país sísmico: / si bailas no sentirás el terremoto
(que -no te preocupes- no es otra cosa
que un plagio de hacer el amor,
un catre que quiere arrancar como un nave).
Un poeta está por las cosas, no contra ellas
-Neruda no tenía ni que pensarlo-; / comprende y canta
los fenómenos más raros, / lo freak y lo queer
son su materia / (ya empezaba a hablar como los jóvenes del lugar / o, si se quiere, a adueñarse del lenguaje)
traza un puente entre generaciones y culturas,
es, final y simplemente, UN HOMBRE LIBRE
Y canta: Tra la la la la / Pero también: La tra tra tra tra
La discotheque estaba en Moscú, Ceilán o Santiago,
Neruda intentaba comprender aquella música, / recordó haber comprado el single Mr. Postman en Londres / y haberlo obsequiado a su joven cartero. / Pero esto era
distinto: pulsiones de neutral marcapasos o callejeo tecnológico.
Neruda bebía en la barra, observaba, / pensaba en tatuajes de hombres de mar, / en tribus, en extravagantes
homosexuales europeos, / en mascarones cuyos senos
generosos / parecían agitarse bajo la tormenta (tal los senos
de esas bacantes en el desenfreno de la danza). / Pensaba en carnavales, en tribus, en aborígenes / que usaban aros en lugares impensables, / en pájaros exóticos similares a algunas personas de ese lugar. / Pensaba en "El Viajero" de Baudelaire. / Como con destello de abalorios, la bola giraba. / Neruda no pudo resistir la tentación
y se las arregló para conseguir una de esas esferas
y la puso entre otros mundos y globos terráqueos
en su colección de planetas locos de Isla Negra.
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