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Domingo 11 de septiembre de 2016

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Cultural El Duende

Apostillas a Borges

11 sep 2016

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Cristina Fiaño (C.F.) ¿Cuál cree usted es el elemento fundacional de la escritura borgeana?

Julio Ortega (J.O.) Me parece que en Borges hay un doble movimiento: hacernos parte de la tradición literaria y, al mismo tiempo, propiciar nuestra ruptura con ella. Por lo primero nos abre las puertas de la literatura como universo del asombro y el goce de la invención creadora. Por lo segundo, nos invita a cerrar la Biblioteca de un portazo y empezar de nuevo, críticamente. Lo fundacional en su obra, creo yo, es la ironía.

C.F. Se habla de Borges como un escritor universal. ¿Qué papel considera que juega Borges dentro de la literatura universal?

J.O.  Nos demostró, mejor que nadie, que la Literatura es un país alterno, en el cual se puede vivir con inteligencia, pasión y civilidad. Lo cual no quiere decir que la literatura esté fuera de la realidad, al contrario, lo real sería solamente literal si no fuese por la demanda que sobre esos límites plantea, sin demasiada esperanza, la invención.  

C.F. En 2010 el Centro de Editores publicó Los Rivero, un manuscrito, inédito hasta entonces, que usted exhumó de entre los papeles que el Harry Ransom Center for the Humanities de la Universidad de Texas, en Austin, conserva de Borges. ¿Qué supuso para los estudios borgesianos la aparición de Los Rivero?

J.O. Sus textos no presuponen borradores revisados febrilmente. Como ocurre incluso con san Juan de la Cruz, cuyos borradores, en todo caso, serían la Biblia. Los de Borges son la Enciclopedia. De modo que fue una especie de epifanía encontrar ese relato abandonado. María Kodama me ha contado que Borges soñaba muchos de sus textos y que, al despertar, los recordaba con tanta precisión que apenas corregía. Debe ser una virtud de la ceguera.

C.F. Pese a tratarse de un manuscrito de apenas cuatro páginas usted sostiene la hipótesis de que no es un relato inacabado sino el comienzo de una novela, la novela que Borges no quiso escribir.

J.O. Tal vez Borges hubiera preferido ser Henry James, Faulkner, o al menos Joyce... Mi tesis es que empezó con brío ese relato pero como tenía demasiados personajes, creo que tres o cuatro, cada uno con una vida propia, era inevitable escribir una novela. Solía decir que una novela cabría mejor en un párrafo. Cuando le pregunté si había tenido noticias de Cien años de soledad, respondió: Me dicen que dura cien años...

C.F. El hallazgo inesperado de Los Rivero conmovió al mundo de la literatura, ¿cree que puede haber más sorpresas en el material dejado por Borges?           

J.O. Borges se habría divertido con la noticia de que los diarios entendieron que se trataba, literalmente, de una novela abandonada. Yo sólo había propuesto que dejó el cuento porque corría el peligro de escribir otra novela argentina.

C.F. Usted ya había trabajado con manuscritos de Borges anteriormente. Especialmente relevante fue la edición crítica y facsimilar de "El Aleph" que, junto a Elena del Río Parra, publicó en 2001 la editorial del Colegio de México. ¿En qué medida cree que "El Aleph" sigue siendo el cuento emblemático de Borges, la cifra de su narrativa?

J.O. Es, digamos, una alegoría de la invención literaria. Es autoficcional, se demora en un no-lugar, y es también una sátira conceptual del sistema, profuso y autoritario, que encarna brutalmente Carlos Argentino. Hay más Carlos Argentinos engrosando el espacio literario que figuras como Borges, restándole páginas. Por eso, creo que es una poética de su obra: la epifanía de lo simultáneo contra el discurso de los poderes que han corrompido el lenguaje y, en consecuencia, la sociedad.

C.F. ¿Cuál es para usted la principal aportación de esta edición de "El Aleph" a los estudios borgesianos?

J.O. Además de la filología de la Prof. Del Río Parra, es uno de los muy pocos manuscritos recuperados con un aparato crítico imparcial, que nada impone ni demanda al relato ni al lector. Establece, quiero decir, el estado textual de esa obra maestra para que el lector discreto ensaye sus lecturas y versiones.

C.F. Sabemos que está preparando ya una tercera edición de "El Aleph". ¿Qué novedades presentará? 

J.O. Como cualquier persona educada sabe, nunca termina el establecimiento crítico de un texto mayor. Tuvimos la suerte de que la Biblioteca Nacional nos dejara el manuscrito vivo, hoy sólo es accesible su copia. Por eso es tan valiosa la reproducción facsimilar que incluimos.  Me hubiera gustado encontrar la copia que fue a la revista Sur, que debía estar en el archivo de Sur, como me dijo Enrique Pezzoni. Pero el archivo ha desaparecido, y según una experta en Sur, nunca existió. Como otros manuscritos, libros y autores argentinos...

C.F. ¿En qué medida resulta revelador el examen de los manuscritos de Borges para el estudio de su obra?

J.O. Las alternativas, variantes, revisiones, tachaduras, revelan el proceso de la escritura, como un mapa de su recorrido. Beatriz y Carlos Argentino, por ejemplo, eran hermanos, pero terminan enmendados en primos. La enumeración como metáfora del instante hecho verbo es también una virtud retórica que se ve desplegada en el manuscrito a partir de varios recomienzos, todos consignados en nuestra edición.

Intertextualidad y reescritura

A propósito de El Aleph engordado, del joven escritor argentino Pablo Katchadjian, lo primero es decir lo más evidente: la audacia de escribir dentro de la copia del cuento de Borges para amplificarlo, es un gesto vanguardista ingenuo, condenado, de antemano, a una apropiación impropia. Esto es, al fracaso. No sólo porque es improbable añadirle frases a ese relato sin rebajarlo y, lo que es más serio, sin atentar contra su integridad.

El resultado es lamentable: El Aleph engordado es, francamente, vano.

"El Aleph" de Borges viene de muchas fuentes: de la mística hebrea, de la Vida Nueva de Dante, de la tesis de Poe que el mejor argumento supone una mujer bella que muere, de la filosofía árabe y la búsqueda de un centro, de la idea moderna sobre el no lugar del poeta en un mundo sin sustancia... Y, claro, en la figura de Carlos Argentino postula el horror de la literatura nacional, hecha de autoridades abusivas y casuales. Quizá este joven escritor podría haber propuesto un nuevo escenario, tal vez un café de la Universidad, donde los discípulos de Carlos Argentino descuartizan el cuento de Borges. 

Lo lamento porque su libro anterior, un desmontaje del Martín Fierro, que reordenaba los versos de ese texto fundacional, fue un juego de ingenio. Su anunciado próximo proyecto, reescribir El matadero, formidable alegoría de la violencia política argentina, podría convertirse en El mentidero, y ser una sátira de la mala educación producida por los discursos dominantes. No sólo el académico, también el periodístico, que ciertos corresponsales utilizan para legitimar fáciles entuertos.  

Sus varios defensores han hecho permisibles los conceptos de "intertextualidad" y "reescritura," aduciendo que los ensayó Borges. El primero postula una dimensión textual interactiva, y concierne al despliegue de la textualidad entre libros, una actividad de la obra entre las obras. Uno no escribe intertextualmente. No se puede decir de Borges: qué buena intertextualidad manejaba... La crítica francesa de los años 70 y comienzos de los 80 ha agotado el tema hasta la autoparodia.

La "reescritura", en cambio, concierne más a los mecanismos de autoría: reescribir no es glosar, ni imitar, ni parodiar. Implica el dialogismo que un escritor asume en una partitura convocatoria. Borges ejerció este mecanismo creativamente: se reescribió incluso  a sí mismo, desmontando la autoridad del yo autorial, y elaborando la complicidad irónica del lector. Su genio fue hacer una literatura de la lectura. Por eso dijo que un escritor inventa a sus escritores, aunque él ha inventado, más bien, a sus lectores. De muchos de ellos no tiene, claro, la culpa.

Es, por lo menos, ingenuo que algunos sostengan que lo hecho por el joven autor con "El Aleph" es equivalente a lo que hizo Duchamp con La Gioconda, ponerle bigotes.  Es obvio que se trata de una Gioconda hecha copia. La copia no niega al cuadro, lo hace más único. En cambio, "El Aleph" es siempre el mismo: ocurre en el lenguaje, y cualquier copia es su original.

Otros, no menos despistados, han escrito que Borges firmó un relato del conde Lucanor. Y que esa operación es un plagio, o al menos una glosa. Es, más bien, una reescritura: transcribe del lenguaje medieval al castellano actual una fábula, traduciéndola, digamos, de su origen histórico en texto presente. Muchos han hecho lo mismo por razones didácticas, pero la lección borgeana es una práctica de reescritura creativa.

Más flagrante es el argumento de que Borges se apropió de El Quijote en su cuento "Pierre Menard, autor de El Quijote" donde, en efecto, Menard es un escritor que decide escribir la novela, pero no copiarla ni parodiarla, sino tal como es, reescribirla palabra por palabra, y firmarla como suya. Borges compara dos párrafos y comenta que aunque son el mismo son diferentes, porque en el siglo XVII querían decir una cosa, pero ahora postulan otra. La ironía es transparente: lo que cambia es la lectura; las palabras son las mismas pero la lectura reescribe la obra desde su renovado presente.  No toda lectura es, claro, pertinente. Ya Borges nos alertó contra los anacronismos abusivos del tipo "Man of La Mancha."

Sábato inició una tradición argentina de leer a Borges cuando se preguntó: ¿Está Borges condenado a plagiarse a sí mismo? Bajo esa superstición, algunos creen hoy que admirar a Borges legitima parodiarlo, glosarlo, apropiarlo. Pero Borges no consagró el plagio: se reescribió a sí mismo (para dejar de ser Borges, en primer lugar) buscando rehacer la lectura, y hacer de sus lectores autores de inventiva más civil y menos nacionalista, más creativa y menos autoritaria, más libre y menos violenta.

En cuanto a la extraordinaria virulencia de los ataques a María Kodama, como no he visto que alguien lo haya hecho en Buenos Aires, me permito remitir al lector curioso a mi defensa de sus muchas tareas: http://www.elboomeran.com/blog-post/483/11316/julio-ortega/una-defensa-de-maria-kodama/. Sólo añado que María ha logrado reconstruir libro por libro la biblioteca de Borges, preservada en la Fundación Borges de Buenos Aires. Su catálogo, en preparación, podrá ser un curso hospitalario para neófitos cautos.

 

El crítico peruano Julio Ortega, mantiene un blog denominado El boomeran. De ahí extractamos estas notas referidas al genio argentino.

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