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Domingo 28 de agosto de 2016

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Cultural El Duende

Humberto Muñoz Cornejo, el hereje de los Andes

28 ago 2016

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Un rasgo notorio en la historia de la ideas en Bolivia es el olvido e indiferencia con respecto a personas que se preocuparon por dejar testimonios incómodos o críticos. "En Bolivia el olvido, la indiferencia, la ingratitud, el desprecio (�) son los lauros con que se recompensa a los que algo han hecho por ella". Con estas palabras empezó Nicolás Acosta (1844-1893) la introducción del libro Escritos literarios y políticos de Adolfo Ballivián (1874), y esta apreciación no ha tenido una gran variación con el tiempo. En la actualidad, la indiferencia y el desprecio son apelativos todavía vigentes en lo referente a la historia en general y la crónica de las ideas en particular.

Periodista, presidente cívico y alcalde de La Paz

El curioso personaje Humberto Muñoz Cornejo (1887-1959) incursionó en la arena periodística a la edad de 18 años fundando la revista Matices. Al año siguiente, obtuvo una beca del gobierno boliviano para estudiar ingeniería en Alemania. No se conoce si estuvo brevemente por ese país o abandonó la idea de estudiar fuera de Bolivia. Los gajes del oficio periodístico lo aprendió de forma autodidacta; fue Jefe de Redacción (1909) y Director (1914) del matutino El Tiempo, hasta su clausura (1920); dirigió las revistas Actualidades y Bolivia; también fue redactor y colaborador de La Razón, El Diario y Ultima Hora. En la década de los años 20 encabezó y fue presidente vitalicio de la institución cívica los Amigos de la Ciudad (1926); el grupo estuvo integrado por Carlos Salinas Aramayo, Alfredo H. Otero, José Luis Tejada Sorzano, Tomás Manuel Elio, Emilio Villanueva, Víctor Muñoz Reyes, entre otras personalidades.

Humberto Muñoz dedicó con entusiasmo el directorio cívico, esta labor le abrió las puertas del Consejo Municipal y posteriormente fue investido como Alcalde de La Paz (1938-1943) en el gobierno de Germán Busch y ratificado en las presidencias de Carlos Quintanilla y Enrique Peñaranda. A poco tiempo de asumir la alcaldía dispuso la reedición del libro Memoria histórica sobre la revolución del 16 de julio de 1809 de José Rosendo Gutiérrez, juntamente con el estudio titulado la Refutación a la historia de Bolivia de Alcides Arguedas de Ismael Vásquez (1938). En la década de los 40 el burgomaestre encabezó los actos de glorificación de los protomártires paceños. Esta efervescencia patriótica fue reflejada en el libro La glorificación de los restos de Murillo y Sagárnaga (1940). Pero el proyecto más ambicioso que participó Muñoz fue en el Comité Pro IV Centenario de la Fundación de La Paz, ocupando el cargo de Secretario General y Presidente del Subcomité de Monografías. El resultado de este trabajo se vio reflejado en la publicación de los cuatro volúmenes de La Paz en su IV centenario 1548-1948.

El hereje excomulgado

Volviendo a la primera década del siglo XX, Humberto Muñoz publicó varios artículos en el matutino El Tiempo de La Paz (1909). De estos primeros escritos salió el libro Páginas de combate (1910). Gran parte de sus reflexiones tuvieron un tinte antirreligioso. La Iglesia Católica siguió de cerca cada nota de Muñoz. Al sentirse vilipendiada por la pluma del apóstata, el Vicario Capitular de La Paz, Monseñor José Bavía comunicó la excomulgación de Humberto Muñoz Cornejo mediante decreto clerical del 2 de diciembre de 1910. Tras su expulsión -y con la intención de seguir conmocionando al clero- el autor recogió sus artículos en un segundo libro que lo tituló Así hablaba Zaparrastroso (La Paz, s.e. 1911).

Nietzsche en los Andes

Las ideas de Humberto Muñoz fueron en gran medida inspiradas por el filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900). Pero no fue el único escritor influenciado por "el filósofo del martillo". Al respecto Carlos Medinaceli (1898-1949) indica que su generación fue seducida por "el terrible demoledor, el vulcano iconoclasta, el delirante ególatra (�). Nietzsche el implacable, el inmoralista, el anticristiano por excelencia, el padre de Zaratustra, el transmutador de todos los valores, nos dejó la impresión de un hombre de hierro, inexorable, feroz; era como si nosotros, tiernos cervatillos en el campo de la filosofía, nos hubiésemos encontrado de súbito con un tigre de Hircania". Sobre este punto, el sociólogo Salvador Romero Pittari (1938-2012) precisa: "Si bien lo sorprendente del caso boliviano es que el filósofo (Nietzsche) hasta no hace mucho ni siquiera era enseñado formalmente en las universidades y cuando los cursos sobre él aparecieron no pocos de los términos ya eran moneda corriente en el pensamiento del país". A pesar de esta ambigüedad, la corriente nietzscheana sedujo a varios intelectuales, por ejemplo: Franz Tamayo, Ignacio Prudencio Bustillos, Fernando Diez de Medina, Carlos Medinaceli, entre otros. Pero ninguno de estos escritores fue tan devoto a las ideas y al estilo de Nietzsche como Humberto Muñoz Cornejo.

Así habló Zaratustra y Así hablaba

Zaparrastroso

El personaje recreado por Muñoz es Zaparrastroso: "Un hombre semi-loco; así lo imagine al publicar estos artículos, he procurado según mi entender representar a uno de esos incomprendidos, cuyas ideas están muy por encima del gran bloque; aquellos incapaces para valorizar cuanto les rodea, viven sin querer mirar, por ignorancia o cobardía", indica en la introducción del libro. El propio autor reconoce la falta de originalidad de sus escritos afirmando: "Después de todo ¿Qué hay de nuevo? ¿Qué cosa no ha sido analizada, juzgada y prevista?".

Al igual que el libro Así habló Zaratustra de Friedrich Nietzsche, Así hablaba Zaparrastroso de Humberto Muñoz, el discurso va dirigido a las muchedumbres predicando imitar al huracán por su violencia; a las olas por su empuje y a los chacales por su fiereza: "¡Yo predico la energía: la energía salvaje de las bestias!". Zaparrastroso incita a desconfiar de las leyes, de las instituciones públicas, del gobierno de los hombres, de la verdad divina: "¡Yo predico la desconfianza!". Según Zaparrastroso el hombre debe tener sed de pasión, esto lo llevará a matar, destruir, aniquilar, desconfiar de lo bello, de la moral y de lo digno, pero la debilidad del hombre le lleva a sentenciar: "¡No ha llegado aún el Súper-Hombre!". Después de predicar su mensaje de inconformidad huye a la montaña. Tras permanecer aislado de los seres humanos, Zaparrastroso habla para sí mismo: "Soledad, dulce amiga de los que piensan (�.). Vengo huyendo de la falsedad humana, de sus convencionalismos, de su moral ridícula". Siguiente las llanuras y montañas llega a la ciudad de la "tristeza" que simboliza a la Iglesia. Un lugar tétrico cubierto de neblina. A medida que se fue acercando al templo escuchó voces quejumbrosas, lamentos y oraciones. En medio de los tristes manifestó: "Vivid la vida de los sentidos, la vida del cuerpo, porque entendedlo bien, una sola vez se vive en la forma de hombre. Gozad de los goces de la carne, porque todos, hasta aquellos que llamáis intelectuales dependen de ella. ¡Amad la carne! (�). Buscad la alegría� a la tierra de la alegría, donde el Sol, Dios de los Incas besará cariñosamente vuestras carnes". Estas palabras enfurecieron a los tristes que le respondieron: "-¡Impío huye! grito el sacerdote. -¡Impío huye!, repitieron los tristes".

La mirada crítica al cristianismo lo plasma en cada una de sus líneas, Zaparrastroso exhorta a los tristes: "Los hebreos eran los impostores por excelencia, su debilidad los predisponía a ser un pueblo esclavo. Obra de un Dios vengativo y a la vez amante que crea el mundo por capricho y maldice su obra, condenando al hombre a mendigar el pan (�). Sus profetas son la encarnación de la mentira. Moisés un falsificador de palabras divinas. Un pueblo que cree en un dios lleno de iras, un dios que castiga al hombre con la vida, porque la vida no es sino una expiación para él". El alborotador Zaparrastroso asevera que el hombre vive encarcelado en un mundo ficticio: soñando un infierno y un cielo. Estos impulsos atávicos hicieron que el hombre vaya degenerándose progresivamente. Esta hostilidad a la vida es producto de la predica del cristianismo: "Yo predico la vida. Dejad de soñar en lo super-terrestre, en lo intangible; amad el mundo, porque de él sois parte", asevera Zaparrastroso.

Al salir de la ciudad de la tristeza se encontró con el Sepulturero. Para Zaparrastroso este personaje es el más filosófico de los hombres, el más estoico, el más indiferente ante el dolor: "Amigo sepulturero, ilustre sembrador de cadáveres, cuyo fruto son los gusanos (�). Tu oficio es el más digno para la humanidad. Tú devuelves a los hombres a la tierra para que se transformen en otros seres (�). La muerte no existe, ten por seguro". Así hablaba Zaparrastroso al borde de una tumba, a la sombra de un mausoleo. En otro capítulo, Zaparrastroso fue arrebatado de la tierra por Satán y conducido al infierno. Allí vio y sintió el crujir de huesos, donde las carnes se achicharraban lentamente. Alrededor de este espectro se hallaban las cortesanas de todos los tiempos donde bailaban espléndidamente y semidesnudas. Al otro lado advirtió la presencia de Lutero, Calvino, Voltaire, Rousseau y todos los pensadores que no comulgaron con la religión. Incluso estaban congregados Papas, clérigos, reyes, magistrados y políticos donde cómodamente se la pasaban riendo y blasfemando: "¡Qué hermoso cuadro presenta el infierno!", manifiesta el autor. Según Zaparrastroso, Satán fue un rebelde, el primer librepensador y revolucionario. Por no doblar rodillas fue arrojado del cielo para inspirar al hombre ideas de soberbia y grandeza. Tras ver al Demonio, Zaparrastroso lo ennoblece declarando: "Tu figura es digna de altivez del que piensa. Tus alas encarnadas y puntiagudas. Tu vestir marcial. (�). Tu espada símbolo de nobleza. Ese tu mirar feroz. Esa tu nariz aguileña, te da no sé qué extraño encanto".

A pesar que Zaparrastroso enfatiza vehementemente la rebelión permanente: "Yo soy un removedor de lo estancado; soy un removedor de costumbres; soy un removedor de costumbres", pero esta aparente posición radical se diluye al exteriorizar rasgos conservadores y machistas, por ejemplo, con respecto a la imagen de la mujer asevera: "No busquéis en el matrimonio blasón ni riqueza, que nada valen, cuando no se goza de salud completa. Buscad una raza pura, fuerte, física y moralmente una esposa bella cuyo carácter lleve consigo la paz y la armonía del hogar, en el que la mujer hace calceta mientras el hombre piensa y trabaja (�). Amad a la mujer porque ella embellece la vida. Amad a la mujer porque mujer es vuestra madre. Amad a la mujer, amadla joven, bella y sana".

Humano demasiado humano o Ser huma

no, muy humano

El libro Así hablaba Zaparrastroso -como el propio autor lo reconoció- no es un trabajo valioso a la historia del pensamiento boliviano, a pesar que tuvo cierta resonancia en su época donde logró captar adeptos y detractores a su breve rebeldía. Curiosamente en la madurez de su vida, Muñoz Cornejo pasó de anarquista anticlerical a un hombre respetuoso de la normativa vigente y amistoso con la Iglesia Católica. Este caso nos muestra la versatilidad de los seres humanos que transitan fácil y cómodamente de posiciones radicales a visiones moderadas sin el menor reparo. Como diría el personaje Zaparrastroso, parafraseando a Nietzsche: "Ser humano, muy humano".

Freddy Zárate. La Paz. Escritor. Abogado.

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