Jueves 25 de agosto de 2016
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En los más de diez años de los gobiernos de Evo Morales, ninguna movilización colectiva fue tan repudiada como la de los dirigentes de las autodenominadas cooperativas mineras.
Hay tres razones para las críticas: el rechazo de los dirigentes a la sindicalización de sus trabajadores, su pretensión de suscribir contratos mineros con privados y -la menos comentada oficialmente: -el verdadero carácter que tienen esas empresas que funcionan con el rótulo de cooperativas.
Y el fondo del problema está en la tercera razón, el enmascaramiento. Pese a los discursos de sus dirigentes, generalmente quejumbrosos, la verdad es que son pocas las cooperativas mineras que funcionan bajo los postulados del cooperativismo pues la mayoría son agrupaciones privadas que se escudan en ese encomiable sistema.
"Cooperativa" viene de "cooperación" y todos los diccionarios, incluidos los jurídicos, se refieren a ella como un sistema o régimen en el que sus miembros se cooperan entre sí "en el orden económico y social". La Ley General de Sociedades Cooperativas de 1958 señalaba que "el objetivo de la sociedad no es el lucro sino la acción conjunta de los socios para su mejoramiento económico y social?" mientras que la Ley 356, promulgada en abril de 2013, define a una cooperativa como "una asociación sin fines de lucro, de personas naturales y/o jurídicas que se asocian voluntariamente, constituyendo cooperativas, fundadas en el trabajo solidario y de cooperación?".
Muchas de las cooperativas mineras no se encuadran en esas definiciones. Son entidades en las que prima el lucro ya que existe una cierta cantidad de socios, generalmente los dirigentes, que ganan mucho en detrimento de otros que ganan muy poco. Para probarlo, es suficiente mirar las casas de los dirigentes, cuando no sus hoteles y/o condominios.