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Domingo 14 de agosto de 2016

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Cultural El Duende

Fernando Cabrera: Todo el mundo te psicoanaliza con las canciones

14 ago 2016

Entrevista al músico y compositor uruguayo Fernando Cabrera (Montevideo, 1956), quien hacia finales de los años 80 vivió en Bolivia y trabajó en proyectos musicales como el disco de Mi corazón en la ciudad de Emma Junaro

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-Uno ve a la distancia y entiende cosas que antes no entendía. ¿Qué captás hoy de tu obra que antes era solo intuición, o impulso?

-En ese aspecto no cambió nada. Lo que hago hoy sigue siendo fruto del impulso, es muy poco racional. Las canciones que puedo componer hoy surgen del mismo lugar que la primera que compuse a los 16 años. Cambia la canción, pero la fuente de donde vienen los procesos -que son muy difíciles de describir- es la misma que cuando era aficionado. Y ni siquiera soñaba con ser músico profesional, subir a un escenario o grabar discos. Era un muchacho adolescente que escuchaba música y tocaba la guitarra, con sus amigos, en un campamento, en los cumpleaños. Esa persona es la misma. No me modificó el profesionalismo, ni los avatares a lo largo de 40 años.

-Pero más allá de eso podés mirar para atrás, con perspectiva y experiencia, y entender mejor qué es lo que sacaste para afuera en tu primer disco hace tantos años.

-Lo que pasa es que yo veo mi primer disco y veo canciones que haría hoy, sólo que no las puedo hacer porque ya las hice. No veo algo remoto, de alguien que ya no soy yo. Me asombra, porque pienso ´caramba, a los 17 o 18 años, por alguna misteriosa causa que desconozco, ya era el mismo compositor que soy hoy´. O sea, no me modifiqué. A pesar de la experiencia, de la práctica, del estudio, de todo lo que pasó después. Si pudiera, hoy haría mis tres o cuatro primeras canciones, que son una que se llama "Vidalita fea", otra que se llama "Paso Molino", "Agua", "María Elena", "El loco". Si no las hubiera hecho en aquel entonces, en el año 76, 77, las haría hoy.

-Hay toda una galería de personajes bien tuyos en esas canciones: niños, adolescentes de barrio, vecinos, perdedores, tipos eufóricos porque conquistaron un amor. ¿Qué tan cerca estás de tus personajes?

-Te agradezco que percibas los personajes de mis canciones. Porque en las 5.700 entrevistas que me hicieron en cuarenta años la pregunta siempre es al revés: ´Ah, vos en tus canciones le escribís al barrio, a la ciudad´. Como si fueran postales pintoresquistas. Nunca nadie percibe lo que acabás de decir, que mis canciones tienen personajes, cuentan historias, están ubicadas en una esquina, una calle o una plaza. Como algo escenográfico. Mis canciones hablan de niños, de muchachos, de adultos que perdieron, de adultos que ganaron. Hablan de nuestra historia, de nuestra sociedad. En muchos de esos personajes -no siempre- hay una parte mía, biográfica, como cualquier creador. También hay una porción que es invención de mi ingenio, del ánimo que tengo desde que hice mi primera canción, a los 13 o 14 años. El que escribe saca de adentro suyo experiencias, cosas que le pasaron, exorciza, se cura. Pero también inventa personajes que hasta ese momento no existían. Esa es la función de un narrador, o de un autor de canciones. No tengamos, al analizar o consumir una pieza de lo que sea, esa actitud tan literal. Todos jugamos un poco al psicoanalista berreta. Todo el mundo te psicoanaliza con las canciones, como si viniera desde lo más profundo de tu ser. Algunas sí, y otras no. Es una mezcla, de la que nace un personaje ambiguo, que no existe. Una de tus principales herramientas, o insumos, es la observación de los demás. Con esa antena sos capaz de ver lo que le pasa a otro, a un vecino, un familiar, un amigo que te contó una historia, y traducirla, y ponerla en una obra artística. (�)

-Uno ve tus letras, y son tan letras de canción como poemas o pequeños relatos. El asunto es que para que un texto sea canción la sonoridad es importante.

-Totalmente de acuerdo. La sonoridad es importante en todo escrito. Sea una canción, un poema, una novela o un artículo. Porque también una nota periodística puede tener una enorme musicalidad, y facilitar la lectura, según su flujo, su rítmica, su métrica, su puntuación. Pero claro, uno la canción la canta. No es para leer. La sonoridad de las palabras, cada consonante, cada vocal, cómo explota una P, cómo funciona una F, cómo se abre una A. La rítmica del verso, todo influye. Hay una gran musicalidad en la palabra.

-Sí, pero en prosa si la frase está bien construida la sonoridad surge sola, porque el idioma bien escrito es lindo. En cambio un autor de canciones tiene que hacer un ejercicio consciente de elegir ciertas palabras no exactamente en función de lo que significan sino de cómo suenan.

-Las dos cosas. No privilegiar una sobre la otra es lo difícil de esto, lo más desafiante: que una palabra tenga a la vez lo musical y el contenido. Llegar a esa palabra mágica, que vibre, que tenga las dos cosas. Esa es la palabra ideal. Te diré que hay un porcentaje de eso que sale solo. El otro porcentaje vos lo trabajás, lo insistís, pulís. Pero hay algo que viene solo, y yo soy el primer asombrado. Muchas veces -cuando estoy inspirado escribiendo un texto, una letra de canción- me aparecen de la nada cuatro, cinco, seis palabras seguidas, una frase. Y yo mismo me asombro, porque no la busqué, no la elaboré con la conciencia, te viene del inconsciente, y ya trae una musicalidad, o una cosa aliterada, o que combina las T de una palabra con las T de otra, y rima... ¡Y cayó sola!

-Vos has dicho que al cantar tratás que la canción salga de la garganta sin pasar por el cerebro, de forma inconsciente.

-Es una experiencia reciente en mi vida, de los últimos años. Busco no pensar que estoy cantando. No decir: ´ahora voy a afinar este do, ahora viene el mi, ahora subo, ahora aaaaa... ahora oooo´. No. Tratar -y me llevó 40 años llegar a eso- de cantar como hablo. Porque cuando uno habla es sin reflexión. No pensás ´ahora voy a poner un énfasis en esta sílaba porque así el interlocutor lo recibe de tal forma, y después voy a elevar la voz para que suene más agresivo´. ¡No! Sale así, ¿no es cierto? Bueno, yo lo que busqué es dejar de conceptualizar el canto, y que un día, a la hora de cantar, cantara como hablando, sin pensar. Que fuera algo que sale de adentro

-¿Y ese es el trance del que hablabas

al principio?

-Sí

-O sea que lo estás logrando.

-Sí, con gran felicidad. No importa si te gusta como canto, ese es otro tema. Te digo lo que experimento yo. Eso no quiere decir que cante mejor. Es un lugar que descubrí, donde prescindís de la conciencia. Cantar como quien anda en bicicleta, que no piensa. ¿Vos pensás cada paso cuando vas caminando? Bueno, es lo mismo. En mis comienzos yo pensaba, estaba atento, era más racional el ejercicio de cantar. Y me fui liberando de eso con el tiempo.

-Hay un diálogo con Jorge Drexler en el documental Jamás leí a Onetti, donde él te invita a quedarte un tiempo en Madrid y vos le decís "no, yo no puedo alejarme mucho tiempo de allá abajo" ¿Qué tiene Montevideo que no querés o no podés abandonar?

-No es que sea Montevideo, es el lugar donde uno nació. Le pasa a todos: traes a un boliviano seis meses para acá y se muere de extrañeza, de nostalgia. Y lo mismo le pasa a un suizo, o al que nació en un pueblito de 20 habitantes, que vive rodeado de limitaciones, y está ahí con sus gallinas. Si le preguntás si quisiera vivir en otro lado te dice ´yo de acá no me voy, este es mi lugar´.

-Pero no todo el mundo es así. Hay gente que se va. Jorge Drexler...

-Por supuesto. Hay aventureros, hay viajantes. Jorge Drexler tiene una cultura de inmigración. Su padre nació en Alemania, se tuvo que rajar por la guerra y terminó acá. Eso lo trae en la sangre. ¿Qué escuchó Jorge Drexler desde niñito? Las historias de su padre, el viaje, la inmigración, salir de un lado, afincarse en otro. Es su cultura, lo mamó. Pero yo estoy acá desde 1724, ¿entendés? Yo soy de acá. Fijate que viajé bastante, la música me dio la oportunidad de conocer varios países. Viví en Bolivia en el 87 y 88. Pero nunca me sentí cómodo del todo en ninguna parte.

-¿Qué valor le das a tu país?

-Todo. El clima, el aire, la humedad, el viento, la geografía, el campo, el pasto, los arroyos. Hasta el modo de interrelación con tus compatriotas. Las lógicas de convivencia, los dichos, el habla, las costumbres. Es todo un cúmulo de cosas inmenso. Si yo me voy a Suiza o Canadá, capaz que los mejores países del mundo, a los tres meses no puedo más. Para empezar odio la nieve. Mirá qué pequeño detalle.

-Claro, pero muchos uruguayos eligen vivir acá, como tú, y eso no les impide irse una temporada cada tanto. Insisto: ¿qué cosas tuyas hacen que ya no puedas vivir un tiempo en otro lado?

-Todo eso. Y después también la cultura. Yo adoro nuestra música criolla, adoro a Borges, adoro a Onetti, me encanta nuestro folclore, me encanta el tango. Me gustan nuestros dichos, los dichos que vengo escuchando desde mi abuelo, que vienen del siglo XIX, me gusta nuestra lengua, me gusta esta ciudad. Si me voy a Canadá, ¿con quién hablo de El astillero, de Piazzolla, o de Yupanqui? ¿Con quién tomo mate?

-Pero de hecho el mundo está cada vez más globalizado. En los supermercados de Andorra venden yerba Canarias.

-Bueno, ves, yo pasé tres meses en Andorra. Una belleza. Agarré la primavera, cuando se deshiela todo, y bajan los arroyuelos desde los Pirineos. Ves esas antiguas capillas románicas. Me encantó. Pero yo no puedo vivir ahí. Fui porque en Bolivia era guitarrista de una cantante. Le surgió una gira por Europa y me contrató para que la acompañara. También estuvimos en Brujas, en Barcelona, en Londres. Siete meses en total. No fue demasiado exitoso artísticamente ni nada. Pero me permitió conocer ciudades hermosas, como un cuento de hadas. Puedo estar quince días, ir de turista. Pero vivir no. Yo tengo que estar acá, leyendo el Martín Fierro, tomando mate, escuchando radio Clarín de mañana. Mi vida es eso. Ya no tengo curiosidad por viajar. Esa cosa que tiene la gente, ´ah, viajar´. Se creen que van a ser más cultos porque vieron el Coliseo, o la Tour Eiffel. Yo no tengo ese fetiche.

-Pero esa es una parte muy estereotipada del viaje. Conocer otras maneras de vivir y de pensar te hace crecer.

-Es cierto. Para mí fue muy bueno vivir en Bolivia. Más distinto a nosotros no puede haber. Eso sí que es útil. Modifica tus estructuras mentales, tu escala de valores. Y vivir en países muy civilizados como los europeos también. Te hace relativizar. El uruguayo que no salió de acá tiene un gran defecto, que es creer que Uruguay es lo mejor que hay. Un error muy grave.

-Hay un reclamo que tú has expresado sobre Uruguay: que a la gente le llevó mucho tiempo gustarle tu música.

-Eso fue fruto de algún pasajero ánimo revanchista, por el hecho de que quizá, es cierto, pasó mucho tiempo antes de que yo lograra una adecuada recepción, y poder vivir de esto. Pero nadie es responsable de eso, mucho menos la sociedad. El único responsable soy yo. O sea, lo que yo elaboré y presenté en la vidriera no era adecuado para que le gustara a todo el mundo. Yo quise hacer eso, nadie me obligó, y si eso no coincide con el gusto de la mayoría no es culpa de la gente. Ese comentario hoy ya no lo suscribo. Querer llegar a la mayor cantidad de personas es legítimo, pero si no llegás no busques las culpas en otro lado. Porque es fácil decir ´ah, los medios´. ´Ah, el Estado´. ´Ah, no me pasan por la radio´. Bueno, por algo será. Se ve que no le embocaste al gusto general.

-¿Y qué pensás que estás dejando, o cómo crees que vas a ser recordado?

-Creo que integro un conjunto de artistas de la canción uruguaya de los últimos 50 años que le dieron personalidad musical a este país. Logré una linda meta, un sueño que tenía de adolescente, ´ojalá un día forme parte de ese colectivo´. Si algo queda de mí creo que hay algunas canciones -no muchas, capaz que tres, u ocho- que son decentes. Que se pueden escuchar hoy, o quizá en 300 años, y no van a caducar. O no me van a hacer pasar vergüenza. No hace falta tampoco insistir mucho. Para qué voy a hacer 300 canciones más si voy a ser recordado por "Agua", "La casa de al lado", "Dulzura distante", dos o tres más y ta. A mí esas canciones me dan una satisfacción, un mínimo orgullo de haberlas hecho. Ya está.

Pablo Fernández.

(Tomado de El País, Montevideo).

La entrevista completa puede consultarse en: http://www.elpais.com.uy/cultural/pude-pobre-cargo-conciencia-fernando-cabrera.html

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