Peligroso agujero informativo en áreas tribales paquistaníes
02 may 2010
Fuente: Islamabad, 1 (EFE).-
Escenario de noticias diarias de combates, secuestros, ejecuciones o ataques de aviones no tripulados de EEUU, el cinturón tribal paquistaní fronterizo con Afganistán, donde buscan refugio los talibanes y Al Qaeda, es un territorio de muy difícil acceso y cada vez más peligroso para los informadores.
Las autoridades hallaron ayer viernes en la demarcación de Waziristán del Norte el cadáver cocido a balazos de un ex oficial de los principales servicios de inteligencia de Pakistán (ISI).
Khalid Khwaja, junto a otro miembro del ISI, auxiliaba a un periodista británico para que entrevistara a cabecillas talibanes, pero sus estrechos vínculos con corrientes islamistas no evitaron que a finales de marzo los tres fueran secuestrados.
Su asesinato ayer -y el incierto futuro de los otros dos- es el último recordatorio del peligro que entraña adentrarse en las áreas tribales (FATA, siglas en inglés), un territorio que nunca ha estado bajo control del Estado.
Zona de sinuosas montañas, con 27.200 kilómetros cuadrados y poco más de tres millones de habitantes para sus siete distritos, las FATA son un epicentro de organizaciones y grupos insurgentes "yihadistas".
"Cuando Osama Bin Laden se escapó a las FATA en diciembre de 2001 (tras la invasión estadounidense a Afganistán), el lugar invitaba tanto que en los años siguientes no se alejó", escribió en su último libro el reputado periodista paquistaní Ahmed Rashid.
Según Rashid, las FATA han mantenido un estatus político anacrónico durante décadas por el propio interés del Ejército de Pakistán, que ha podido alegar que el territorio no está sujeto a la ley internacional y al tiempo lo ha proyectado como campo de acción para mantener su influencia en Afganistán.
Pero desde 2001, el mando militar se ha visto obligado a estrechar el cerco en las FATA y a lanzar ofensivas antitalibanes que han ido ganando en intensidad: hace tiempo que ya no se permite a las agencias humanitarias entrar y el asesinato de periodistas ha conducido a muchos otros a abandonar la región por miedo.
Según los analistas, la zona es "un agujero negro de información" en la que es casi una quimera verificar de manera independiente noticias como los partes militares, que nunca incluyen muertes de civiles, o las aserciones de los insurgentes, acostumbrados a negar hasta lo más obvio.
"Los talibanes no quieren reporteros a su alrededor, creen que sólo escriben a favor del Gobierno y éste no permite entrar en las FATA. Los pocos periodistas tribales que hay viven bajo grandes presiones tanto de los talibanes como de las autoridades", expuso a Efe Pir Zubair Shah, un periodista natural de Waziristán del Sur.
En julio de 2008, Shah, quien mantiene frecuentes contactos con fuentes de la insurgencia, fue secuestrado junto a un compañero fotógrafo por un grupo talibán en la demarcación de Mohmand, adonde había ido a investigar la decisión de los integristas de adjudicar una mina de mármol a una tribu en detrimento de otra.
Su cautiverio concluyó tras cuatro días gracias a la mediación de la cúpula insurgente, aunque luego fue sometido a interrogatorios de varias agencias de inteligencia paquistaníes durante dos días más.
"Tuve suerte de salir vivo, jugó a mi favor ser un pastún de Waziristán", subrayó.
En opinión de un alto cargo del ISI consultado por Efe, "muchas organizaciones internacionales han pagado en los últimos años grandes sumas de dinero para liberar a sus trabajadores" y los talibanes "han aprendido a explotar a los medios de comunicación".El paquistaní Mohamed Rashid, que cobra a los corresponsales extranjeros por hacerles de guía e intérprete desde hace una década, sabe bien hasta qué punto es así.
Pese a no ser pastún, Rashid habla la lengua y sus numerosas visitas a las áreas tribales le han servido para granjearse más de un centenar de contactos insurgentes, pero no duda en señalar que el escenario ha cambiado, los talibanes exigen a menudo dinero a cambio de entrevistas y ven cada vez con más recelo a los periodistas.
En el último año, Rashid ha sido secuestrado en dos ocasiones: en junio de 2009, en plena ofensiva militar en el valle de Swat. Los talibanes lo retuvieron doce días aunque finalmente fue liberado por orden del jefe máximo local; mientras que en diciembre, el cautiverio se prolongó durante casi tres meses, esta vez en Waziristán del Norte.
Los siete primeros días pasó de un grupo insurgente a otro y después otros 70 días en manos de las agencias de seguridad.
"Cuando preparo un viaje a zonas de conflicto, siempre espero a que mis contactos me den luz verde, pero ahora todo se ha vuelto muy complicado, hay hibridación. Son muchos grupos y no sabes bien siempre a quién dirigirte. Tener el apoyo de uno no significa tener el de otro", razonó.
Fuente: Islamabad, 1 (EFE).-
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