"Antes habÃa cierta calma en la convivencia. El deseo de crecer económicamente lograba que los grupos religiosos se entendieran. Ahora se ha instaurado una capa de miedo", lamenta a Efe el sacerdote BenjamÃn Gómez, oriundo del municipio madrileño de Ambite y que a sus 57 ha pasado en tres etapas la mitad de su vida en el Delta del Ganges, donde recaló por primera vez en 1986.
Desde 2013, Bangladesh ha sufrido una ola de atentados contra pensadores laicos, fieles de todo tipo de religiones, activistas y ciudadanos extranjeros que se intensificó en 2015 y ha causado alrededor de 70 vÃctimas mortales, 22 de ellas en un asalto mortal a un restaurante de Dacca hace un mes.
El padre BenjamÃn observa estos acontecimientos con preocupación y cree que la crisis polÃtica que estalló en 2013 y las ejecuciones de lÃderes islamistas por crÃmenes de guerra "han creado un caldo de cultivo" que ha beneficiado a "fenómenos externos" como el Estado Islámico (EI) y a mafias locales que han tomado partido.
"Se ha liado tanto la madeja que ya no hay quien la desenrede. Los frentes que tienen aquà son muchos y de mucho orden", dijo.
Y está preparado para la crisis actual, dice, pues hace tiempo que la Misión de San Francisco Javier apostó por el diálogo interreligioso y la inmersión cultural en los misioneros: 18 quedan en Bangladesh de 42 que fueron.
En su caso, eso le lleva a hablar muchos idiomas, incluido el bengalÃ, lengua con la que concienzudamente prepara sus sermones, salpicados de proverbios tradicionales que intercala constantemente en su español.
"Para mÃ, la presencia de Dios está en todos lados. Si familias musulmanas me invitan a comer por Eid-ul-Azha (festival del sacrificio de animales) voy. Ya he ido", argumenta, para subrayar que el objetivo es que "las minorÃas no sean segregadas", sino que convivan con los musulmanes en medio de un "respeto" mutuo.
La lástima, asiente, es que el yihadismo ha eclipsado todo lo demás en un paÃs superpoblado, con marcadas desigualdades sociales y desafÃos de desarrollo, en el que un cuarto vive bajo el umbral de la pobreza, ámbitos en los que el misionero javeriano ha centrado siempre sus esfuerzos.
Con todo, encara el futuro con convicción. "Me preguntas si pienso en volver. Mi tentación es más de quedarme", dijo.
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