Miercoles 03 de agosto de 2016
ver hoy
¡El presidente había tenido un hijo! ¿Y eso qué? No por ser presidentes van a dejar de tener hijos. Tampoco es muy raro que los mandatarios tengan sus aventuras más o menos secretas. ¿Alguno podría levantar la mano? Las tentaciones rondan peligrosamente por los palacios del poder. Pero la "bomba" dirigida en febrero al Palacio Quemado llevaba una carga ominosa. Estalló como aquella de Hiroshima en agosto del 45, ¿se acuerdan?
Antes no se sabía nada de Gabriela. Una cadena de casualidades tejió la trama de su vida. Siendo tan joven y apenas de cara conocida, era gerente comercial de una empresa china, la que se adjudicó millonarios contratos con el Estado. Por azar, instaló su oficina de alta ejecutiva en el Ministerio de la Presidencia, sin que el titular se enterase de ello. Otras veces operaba desde donde, con otros presidentes, era el despacho de la "primera dama de la nación". De por medio hay un hijo envuelto en el misterio.
Las apariencias engañan, pero también suelen denunciar. En todo caso, es bueno no parecer lo que no se es. La "ominosa carga" es justamente lo que parece; parece que hubo, por secreta vía, un tráfico de influencias. Los potenciales cómplices, lejos de evitar la apariencia, lo relievaron como para que la sospecha se parezca más a la verdad. Haciendo a un lado la Constitución, en lo que hace a la presunción de inocencia, la secuestraron y la llevaron como a una delincuente sorprendida en flagrancia.