Las afirmaciones de Evo Morales en la inauguración de la Primer Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra provocaron reacciones negativas en cascada. Nuestro presidente boliviano fue objeto de burla y sorna a escala planetaria, sobre todo en países de habla hispana.
La protesta de los colectivos que reúnen a homosexuales también cobró esa dimensión y no faltaron comentarios sobre un escondido criterio homofóbico de Morales. Recordemos que opiniones similares vertidas el 2002 por el capitán Manfred Reyes Villa afectaron su campaña electoral.
Además, la turbulencia de las noticias, chistes y comentarios nubló la evaluación de esa importante reunión celebrada en territorio nacional, iniciativa del propio Morales. Si bien las redes sociales tienen una gran capacidad de movilización desde la construcción del Foro de Porto Alegre, es indudable que el carisma de Evo convocó a muchos. La cita queda como una expresión desde el Sur en un asunto vital para la humanidad y Morales le da el rostro, moreno, indígena.
Sin embargo, la Conferencia tuvo muchas fallas. La más notoria fue la organizativa, más allá del escaso plazo. Decenas de delegados no tenían información suficiente, ni siquiera en los aeropuertos y la entrega de boletines a la prensa acreditada fue limitada. No es lo mismo informar sobre el gobierno que sobre una cita internacional. El desarrollo y la clausura mostraron que es más fácil orquestar festivales folklóricos que conferencias mundiales.
Un ejemplo es la ausencia orgánica de los países del grupo BRIC, aún cuando se conocen las posturas de China y Rusia, algo diferentes que India. Sin ese apoyo cualquier propuesta de política internacional para este siglo no tiene futuro en el mediano o largo plazo. Brasil participó a medias, aún cuando el amigo Lula es tan discreto; ese territorio es un subcontinente en sí mismo y no se tendieron puentes para que, por ejemplo, la línea “Chico Méndez” esté sólidamente reflejada en el documento.
Bolivia no presentó sus antiguos logros como estado como las participativas leyes de Medio Ambiente y Forestal alentadas desde la época de Jaime Paz Zamora y que permitieron frenar el descalabro interno. Tampoco se nombró la Cumbre de las Américas sobre Desarrollo Sostenible, durante el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, cuando el Sur (Grupo de Río) puso en claro la responsabilidad del Norte (Estados Unidos). Histórico trabajo del camba José Guillermo Justiniano y sus expertos.
No hubo debate sobre la mayor trasnacional, una de las responsables de la contaminación y que está en la fase superior de captura del Estado: el tráfico de drogas con sus cultivos ilegales de coca y amapola, sus precursores químicos, sus fábricas que sacrifican bosques. ¡Qué importante hubiese sido una crítica desde la sociedad civil a esa hidra que mata seres humanos y daña a la Naturaleza! En Bolivia es una causa central, sobre todo en las estribaciones de la cordillera y en los parques nacionales. Es más, ¿encontraremos las amas de casa en los mercados abundancia de mandarinas yungueñas este invierno?
La ausencia mayor fue el protagonismo de grupos indígenas bolivianos, desde los andinos hasta grupos guaraníes o los mojeños que estaban en vísperas de realizar otra marcha por el territorio. Todos afectos al proceso de cambio, incluso sus pioneros, y que no salieron contentos de la Conferencia.
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