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Domingo 31 de julio de 2016

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Cultural El Duende

BARAJA DE TINTA

Al Presidente Hernando Siles

31 jul 2016

Veinte abogados jóvenes solicitan perdón para Jáuregui

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La Paz, noviembre 4 de 1927.

Al Excmo. Señor Presidente de la República.

Presente.-

Excmo. Señor:

Un imperativo humanitario así como una convicción jurídica motivan esta solicitud. Pedimos a la voluntad del Mandatario, suprema y definitiva en este caso, para la vida de un hombre, el perdón de Alfredo Jáuregui.

Nos apoyamos en conceptos legales largamente glosados en el foro, el parlamento y la prensa: la inaplicabilidad de dos penas por el mismo delito; el fundamento que determina el criterio punitivo que amplia lo favorable y restringe lo odioso; y finalmente, en el espíritu de la prescripción penal que libera, después de diez años, al delito y al delincuente de la sanción judicial para entregarlos únicamente a la de la conciencia.

Estos principios serían contrarios y desconocidos con la ejecución del condenado. Los postulados de la justicia escrita, inmutables ante las modalidades que se operan a su alrededor, al confrontarse con la realidad se deforman en tal modo que chocan, en finalidad contra sus propios y elementales principios. La justicia restringida al esquema de los códigos llega a agotarse en este punto y no resuelve el trance contradictorio que crea en su función. Ha actuado la ley no el hombre. Pero un derecho soberano que la Constitución confiere al Presidente de la República da lugar a que sobre la rigidez ciega de la ley se imponga la sensibilidad y la reflexión haciendo que el agente humano obre no sólo como órgano obligado por prescripciones inmutables, sino como ser de conciencia y voluntad superior a las fórmulas con que se determina el automatismo jurídico.

El derecho de gracia supone que la constitución ha previsto la desaparición de circunstancias no ponderadas por la ley, y al impulso del tiempo esas circunstancias han surgido para abonar hoy a favor de la posición jurídica y moral de Alfredo Jáuregui.

La lógica de los sucesos, la unidad integral de los hechos que constituyen la responsabilidad de una vida, el ritmo de causas y efectos que justifican la posición social han desaparecido de tal manera que gracias al tiempo transcurrido, se ha alejado demasiado la personalidad de Jáuregui, respecto del hecho que se le imputa, y su ejecución no concluiría justicieramente el curso del proceso, ni salvaría un principio moral.

Existiendo, pues, circunstancias que condenan a Jáuregui y hechos que lo defienden; habiendo por su lado la dura ley que castiga y del otro la que perdona, únicamente la bondadosa, la pura, la sencilla solución cristiana puede elegir entre la vida o la muerte de Alfredo Jáuregui.

Un espíritu altamente cristiano al hablar del poder de la justicia implacable lo sometía ante la del perdón misericordioso. Cuando hay, como en este caso, una sola razón que alega por un condenado, cuando combaten por su vida la fría justicia y la justicia clemente, la evangélica ternura del Hombre de Judea, en medio de la duda, no nos detiene a meditar y para acercaros a la verdad, señala el camino de la bondad. "Sólo hay una ley santa en el amor, sólo hay justicia en la caridad".

Por la duda que posee el espíritu de muchos hombres que conocen el proceso, por la desgraciada y triste juventud de Alfredo Jáuregui, por sus diez años ahogados en la sombra de la cárcel, por lo mucho que ha sufrido este hombre, pedimos su perdón.

Humberto Palza, Enrique Valdivieso, Augusto Céspedes, Isaías Rivero, Luis Felipe Guzmán, Armando Pacheco Iturralde, Julio Iturri Núñez, Alfredo Mansilla Arauz, Andrés C. Armaza, Demetrio Iturri, F. Alarcón Muñoz, C. Crespo Jiménez, Humberto Landa, Ismael del Castillo, Hugo Montes, B. Valencia Valle, Luis Gozálvez, Adolfo Saavedra, Rafael Michel, José María Salinas.

"El Diario", 5 de noviembre de 1927

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