"Europa es un continente agitado por la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, el terrorismo yihadista, el expansionismo ruso, la llegada de refugiados de Oriente próximo y el auge de los populismos", se lee como noticia en el periódico El PaÃs de Madrid.
No cabe duda que estos problemas existen, pero no se dice nada del Estado del Bienestar, que se erigió en la segunda mitad del siglo XX en los estados que componen la Unión Europea, y que hace rato ya entró en grave crisis, lo cual se puede confirmar si se compara su crecimiento económico con las del mundo.
En el periodo 2000- 2015 el conjunto de la Unión Europea creció en producción a una tasa promedia anual de sólo el 1,5%, cuando el mundo, en el mismo periodo, lo hizo casi al 4 por ciento anual. Se debe destacar que hay -y hubo- grandes diferencias de crecimiento al interior de la Unión Europea. Mientras Luxemburgo creció a una tasa del 4,3%, en el periodo aludido, Italia y Grecia sólo lo hicieron en un raquÃtico 0,2 por ciento anual. Lento crecimiento que comienza en los años 70 del siglo pasado con el shock del alza de precios del petróleo.
La economÃa social de mercado comparte el planteamiento de que el mejor orden económico es la economÃa libre y competitiva. Sin embargo, considera que el Estado debe tener un rol subsidiario, en cuanto al manejo de la economÃa. Su rol debe estar presente en todo aquello en que los mercados libres y competitivos no resuelven el problema de una eficiente asignación de recursos. Este acertado planteamiento debÃa traducirse en que el Estado debÃa destinar recursos para financiar la alimentación, la salud, la educación y la vivienda de los pobres, no de todos.
Paulatinamente en la práctica el planteamiento inicial se fue distorsionando y dichas funciones- y otras, como el subsidio de cesantÃa- se generalizó a toda la clase media, haciendo poco a poco insostenible su financiamiento con impuestos teniendo que acudir al creciente endeudamiento público.
"La carga tributaria en la Unión Europea habÃa subido de un promedio de 25,8% del PIB en 1965 a un 39,2% en 1990. En 1965, el peso total de los impuestos iba de un modesto 14,7% del PIB en España a un máximo de 35% en Suecia, el paÃs lÃder en lo que respecta a la expansión del Estado benefactor. En 1990, el peso de la tributación se habÃa más que doblado en España, alcanzando el 33,2%, mientras que en Suecia llegaba al 53,6%."
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