Lunes 18 de julio de 2016
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Editorial y opiniones
Oficio, con secuelas, que beneficia a la humanidad
18 jul 2016
Raúl Pino-Ichazo Terrazas
Hasta los más dogmáticos puritanos, negativos individuos para las sociedades progresistas y de constante evolución, reconocen de buen grado que las prostitutas son inhibidoras efectivas de crímenes y de derramamiento de sangre debido a que influyen en disminuir la proporción de ilícitos que atentan contra la vida y la integridad psicosomática de las personas: asaz hábiles, desactivan con la entrega de sus cuerpos y el conocimiento cierto que produce el relajamiento, la pulsión sexual contenida, las deformaciones: pedofilia, bestialismo, sodomía, voyerismo y otros; protegiendo con su actitud a un número no conocido de posibles víctimas de violaciones, agresiones sexuales, secuestros con predeterminación sexual y hasta mutilaciones y extirpación de órganos para su comercialización.
Las prostitutas que asimilan la pulsión sexual, omnipresente en los humanos, de este reincidente segmento de la población que, en tanto y en cuanto no cometan crímenes regularmente, sufren trastornos expresados en actitudes antisociales con tránsito a la acción, para luego no sentir un ápice de culpabilidad que decante en solución de continuidad.
Estas sacrificadas mujeres desvían y hasta extinguen con su entrega y la tertulia poscoital las proclividades patológicas y psicóticas de estos sujetos, dirigidas a seres inocentes que, gracias a este oficio de las prostitutas, que ni siquiera conocen, se libran de ser víctimas de la comisión de estos execrables delitos.