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Domingo 17 de julio de 2016

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Cultural El Duende

La casa de Jaime Mendoza en Uncía

17 jul 2016

Víctor Montoya (La Paz, 1958)

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Tercera parte

Y me lo leyó una tarde, y como la impresión que dejase en mí fue profunda, híceme su amigo, y desde entonces, ya en su casa o en la mía, no cesábamos de estar juntos y de cambiar pareceres y opiniones, hasta el día en que, tras breve conocimiento, lo despedí en la estación de un ferrocarril�".

Jaime Mendoza, a diferencia de Alcides Arguedas, tenía una personalidad introspectiva y un amor desmedido por el terruño que lo vio nacer.

Nunca vio en la colectividad boliviana a un "pueblo enfermo", tampoco compartió la tesis de que los indios y cholos eran "leones sin melena o batracios gigantes"; por el contrario, en su libro "El macizo boliviano", afirmó:

"El medio hace al hombre" y que, al margen de considerar a la montaña como factor importante en la creación de Bolivia, estaba convencido de que el espíritu del hombre andino era semejante a la grandeza de su paisaje y, por eso mismo, una poderosa fuerza llamada a cambiar el curso de la historia.

El argumento de la novela

"En las tierras del Potosí" narra los avatares de Martín Martínez, chuquisaqueño y estudiante de leyes, quien decide marcharse a las minas de Llallagua, donde se asegura que hay abundante riqueza.

No obstante, una vez en el lugar, tras un largo recorrido a lomo de mula, encuentra una vida dura, llena de accidentes, enfermedades, injusticias sociales, borracheras desenfrenadas y frustraciones sentimentales.

Según Alcides Arguedas, quien fue el primero en leer el manuscrito que le proporcionó el autor, se trata de una novela objetiva, cuyo vigor y realismo social no fueron superados por ninguna otra novela hispanoamericana.

La novela incluye varios personajes remarcables, como Lucas, un mozuelo que roba estaño y lo revende para ayudar a los pobres; Claudina, una atractiva mujer de pollera dedicada como "palliri" al lavado del mineral, con quien Martín tiene un amorío, hasta el día en que ella lo traiciona y huye con su amante; el médico de las minas, quien, por sus razonamientos y observaciones de la dantesca realidad de los mineros -expuestos durante largas jornadas a trabajar en ambientes insalubres y condiciones precarias, sin seguridad laboral, beneficios sociales ni maquinarias apropiadas para explotar las vetas-, pareciera proyectar los valores humanos y principios ideológicos del autor de "En las tierras del Potosí".

La novela, dividida en quince capítulos, tiene la clara intención de denunciar abiertamente la explotación despiadada de los mineros, quienes son sometidos a trabajos inhumanos sin pagas decentes ni garantías laborales.

La obra, desde el año de su publicación, ha iniciado el ciclo de la llamada "literatura minera" y ha servido para abogar a favor de la causa de los trabajadores del subsuelo. Por eso mismo, y con legítimo derecho, se lo considera "uno de los documentos histórico-literarios más fidedignos que se han escrito jamás acerca de los mineros bolivianos".

Jaime Mendoza, aparte de lo expuesto "En las tierras de Potosí", mostró su preocupación por otros aspectos concernientes a la situación social de los obreros, registrados en varias de sus obras. Su hijo Gunnar, tras una minuciosa investigación, nos recuerda:

"Entre su numerosa producción bibliográfica al respecto hay que mencionar sus conferencias ´Por los obreros´, estudio, inédito, de los dos ejemplares típicos del proletariado boliviano, el minero y el siringuero; ´El comunismo´ y ´Temas sociales bolivianos´, sobre los problemas emergentes de la crisis minera de 1928 y 1929 en Bolivia"; más todavía, Jaime Mendoza, preocupado por el bienestar social de los habitantes de Llallagua y Uncía, impulsó la fundación de los primeros hospitales y escuelas, las primeras sociedades mutuales de trabajadores, de beneficencia y de deportes.

El furor de las críticas

Como en todo análisis de una obra literaria no faltaron las controversias y las críticas correspondientes.

Una de las más importantes es la que se refiere a la perspectiva desde la cual fueron contempladas las costumbres de las familias mineras, que no son retratadas en su verdadera dimensión, debido a que fueron observadas por un médico de clase media que, por mucho que lo intentó una y otra vez, no logró penetrar en el espíritu más profundo del indígena que se proletarizó tras irrumpir la gran industria minera en el norte de Potosí, con todas las características que implica un sistema de producción capitalista.

Es decir, el proletario percibe un salario a cambio de su fuerza de trabajo y adquiere una conciencia de clase, se organiza en sindicatos revolucionarios que no sólo defienden los intereses socioeconómicos de los obreros, sino que, a su vez, representa una amenaza para los intereses de la oligarquía minera y los consorcios imperialistas interesados en saquear los recursos naturales en las montañas de Llallagua y Uncía.

No faltaron los críticos que compararon la novela de Jaime Mendoza con "La Vorágine", del escritor colombiano José Eustaquio Rivera, tanto por la temática social como por la intensidad dramática, pero no así por la emoción y la altura estética. El historiador Enrique Finot consideró la obra como mediocre, aunque con fuerza y realismo. Asimismo, afirmó que tenía un "título antiliterario pero lleno de sugestión".

El escritor Fernando Díez de Medina, coincidiendo con la opinión vertida por otros críticos literarios, se refirió a la obra como extraída de la realidad y a su estilo como enérgico y directo, pero poco artístico.

Continuará

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