Domingo 17 de julio de 2016
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Mi investigador preferido, Diego Ayo, está difundiendo en todo el país su último trabajo: "¿Qué hay detrás de la Camce? Nuevo Patrón".
Ha reunido todos los datos necesarios para sostener que, a decir verdad, el caso Gabriela Zapata es solamente la punta del iceberg de una maquinaria de corrupción que ha superado las mejores marcas de los neoliberales desde que nació Bolivia.
La señorita, ahora forzada a decir que no dijo lo que había dicho, como tiene que hacer todo prisionero que se respete, apenas manejó contratos por 500 millones de dólares mientras el Gobierno malgastaba 180.000 millones, monto igual al que tuvieron a disposición gobiernos anteriores en 41 años.
Fue un descuido, claro, lo que llevó a que se descubriera este caso, descuido que fue seguido de otros, cometidos por el propio Presidente cuando admitió que el niño nació, que enfermó y luego murió, no en sus brazos, y fue enterrado quién sabe dónde, un detalle de poca importancia para un estadista.
Y luego se supo que el niño ¡nunca nació! No se explicó dónde fueron a dar las pensiones que el propio Presidente dijo haber pagado, mes a mes, ni el departamento que tomó en anticrético para la madre y el hijo, ni la casa que compró, también en persona, en La Florida de La Paz.