Viernes 15 de julio de 2016
ver hoy
Ni como el mejor waskiri (más estudioso del curso) de mis tiempos creà describir en una columna el reencuentro de los tecuas (amigos de infancia) de mi promo luego de aquél partidito jugado en la cancha del Cole en vÃsperas de la verbena. La famosa noche que un cachito (minuto) antes de las doce, aflora ese civismo en que usualmente los paceños no olvidamos ni una coma del himno entonado donde nos cache (encuentre) la noche. Generalmente es junto a las cases (vendedoras ambulantes); aunque ellas -desde luego- sin descuidar la espumita de los sucumbés (bebidas de leche, clavo de olor, canela y singani) que minutos después nos continuarán proporcionando y que a nuestro tÃpico estilo nos haremos chenk´o (conflicto) al pagar.
Peculiar noche. ¡Ajá!, ¡cómo es bro!, hermanito (¡hola!, ¡cómo estás!, amigo). A pesar de los intentos de amague (mirar para otro lado o hacer como si no lo vimos) aterriza un conocido. El clásico encuentro de amigos que jamás se hablaban de changos (edad escolar), pero que al calor de los ponches y sucumbés disfrutan de un abrazo bajo la luna del dieciséis; y bueno la tÃpica (costumbre) en que todos nos hacemos a los lerk´os (vista gorda) para consumir bebidas en vÃa pública.