Miercoles 13 de julio de 2016
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Hace algo más de un lustro que surgió la idea de seleccionar las diez mejores novelas (no diez de las mejores novelas, como hubiera deseado Gonzalo Lema). Como aún les escocía los bolsillos, había que gastar en algo. Se hizo cumpliendo la nobiliaria costumbre de diez problemas para una solución. Era una especie de antología. ¡Ardua y delicada tarea! Se convocó a académicos, escritores, editores y Cámaras del libro; quienes, a su turno, justificaron su propuesta.
Inicialmente debían ser diez, después se amplió a quince, con una característica común: lo más representativo de la literatura nacional en lo social y en lo estético. Con elástica flexibilidad, podía ser incluso sólo una, como el Quijote en España. A Cervantes lo consagró el tiempo. ¿Con qué fundamento se determinó en Bolivia la cantidad? Un crítico autorizado dijo que nuestras novelas valen más como documentos sociológicos y no propiamente como novelas; es decir, no como obras de arte. En el S. XXI, ¿se ha superado esa situación?
Como ésa, hay otras preguntas. ¿Por qué precisamente novelas? ¿En ese género y no en otro está la mejor producción literaria del país? Por deducción lógica se puede llegar a esa conclusión; con algunas derivaciones, por ejemplo, que de un plumazo se lo quiere destronar al "príncipe de las letras bolivianas": Gabriel René Moreno. A pesar de esa alevosa preterición, nos parece que sigue siendo el mejor escritor de Bolivia, sobre todo por el "donaire del estilo". Pero no es novelista. Su campo es el ensayo y la historia.