Pero no todas las personas reciben a la muerte de la misma manera. Un añejo dicho reza: "Qualis vita, finis ita", que se traducirÃa asà al castellano vulgar: "Como fue su vida, asà será su muerte". En aquel definitivo momento que separa la vida terrena de la eterna nada se improvisa, cada uno muere según vivió mientras gozaba de su conciencia y de su libertad.
Hay dos maneras de contemplar a la muerte: la de un criminal que nos quiere arrebatar todo cuanto de querido tenemos en este mundo, o la figura de un amistoso encuentro con Dios que dará el premio merecido a quien se ha preocupado de vivir la Palabra divina.
Al respecto Santa Mónica dijo en una ocasión: "Voy de camino para mi casa, y sin embargo olvido a donde voy". Claro que tienen que temer a la muerte con razón, quienes se han alejado de Dios, porque la muerte no serÃa para ellos sino el volquete que los arrojara al fuego eterno.
Cuando rezamos a la SantÃsima Virgen el avemarÃa, imploramos su protección "ahora y en la hora de nuestra muerte". La hora de nuestra muerte, como dice San Luis MarÃa de Montfort: "tan terrible y peligrosa; cuando se agoten nuestras fuerzas, cuando nuestros cuerpos y espÃritus sean abatidos por el dolor y el espantoÂ? cuando Satanás redoble sus esfuerzos a fin de arruinarnos para siempre. En esa hora se decidirá nuestra suerte para toda la eternidad, dichosa o infeliz".
Ante la muerte de un católico, podemos distinguir dos clases de preparación: una preparación remota, la de aquel que vive en gracia de Dios, que tiene sus cuentas arregladas con el Señor, puede importarle muy poco cuáles las circunstancias y la hora de su muerte. Cuenta un señor de la conversión de su hermana, una mujer no practicante, que, en el momento de morir, recibió la EucaristÃa como viático y le dijo estas palabras: "Ahora ya se ha producido para mà la entrada en una nueva vida que comienza".
La Beata Isabel de la Trinidad, carmelita, susurró en el momento de la gran partida: "Oh, para mà la muerte es un muro que se derrumba y caigo en los brazos de Dios".
Preparación próxima, la de aquel creyente auxiliado con los santos sacramentos de la Iglesia: confesión, eucaristÃa por viático, extremaunción, y demás auxilios espirituales.
Ante la cruz de la muerte de un ser querido, tenemos dos responsabilidades: la primera mantener nuestra relación con Dios durante esos momentos de cruz y profundo dolor, y en segundo lugar honrar al ser querido.
El Ordo exequiarum o Ritual de los funerales de la liturgia romana propone tres tipos de celebración de las exequias, correspondientes a tres lugares de su desarrollo (la casa, la iglesia, el cementerio), y según la importancia que les presten la familia, las costumbres locales, la cultura y la piedad popular (Catecismo, 1686).
CEMENTERIO Y SALONES VELATORIOS
En este punto, salgo de la reflexión y expreso mi malestar por la forma en que en los últimos años se están desenvolviendo los entierros en el Cementerio General de Oruro. La invasión de los llamados "rezadores" y "cantores" es verdaderamente un caótico irrespeto. La H. AlcaldÃa Municipal debe regular eso.
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