Don de la creación

Después de recibir el don de la creación -ese fulgor que enceguece y nos permite ver, oír y sentir lo oculto de la realidad y revelarlo a los otros-, sucede que al creador le es necesaria -pero no imprescindible- la gracia de la comunicación: ofrendar su obra, primero a quienes secreta o voluntariamente está dirigida; y, luego, entregarla a todo aquel que en ella logre un solaz o el vislumbre de la belleza.

En lo que respecta a lo segundo, está claro que el artista no es el agente más idóneo para propiciar todo aquello. Esto corresponde al difusor o a los empeñosos divulgadores de los méritos que creen encontrar en determinada obra artística, tarea ésta que, en los países como el nuestro, donde jamás se ha valorado el quehacer cultural, es no sólo admirable sino digna de estar casi a la par que el acto creador mismo, porque requiere una nobleza y un ánimo decidido a los más rudos y menos gratificantes batallares.

�?dgar Ávila Echazú. Tarija, 1930. Poeta, novelista, pintor y ensayista.