Domingo 03 de julio de 2016
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La vida permanece eternamente y las formas de vida jamás dejan de existir. No hay muerte ninguna, sólo la transformación de las formas de vida. Tampoco existen el pecado mortal ni la condenación eterna, porque Dios no ata, sino libera. En Dios y por tanto en todo el infinito no existe el estar atado y tampoco ningún lugar llamado infierno. Sólo el ser humano ata y crea lugares de horror. El lugar del infierno es la idea del ser humano que éste ha derivado de su maligna forma de pensar.
El infierno y sus tormentos los crea el hombre mismo, en su propio cuerpo y en su destino, con sus actos contrarios a la vida, porque no quiere comprender lo que significan el amor, la unidad y la libertad, ni que Dios es bueno.
Si contemplamos el mundo actual podrÃa suponerse que este mundo es el infierno, pues muchas personas sufren tormentos. Pero tampoco aquà en la Tierra está el infierno. Precisamente en la Tierra deberÃamos reconocer nuestros actos contrarios y con la ayuda del EspÃritu, a base de arrepentirnos de lo que hayamos reconocido de contrario, purificarlo y no hacerlo más.