Hay que ser bien macho para ser maricón

Hace muchísimos años, así rezaba un grafiti pintado sobre la pared de una construcción, seguramente hecho por la sin par María Galindo, y aunque no suelo prestar atención a sus desagradables garabatos, éste sí llamó mi atención y me dejó pensando en el enorme mensaje que lleva por dentro, y es que en todo el mundo y sobre todo en sociedades tan conservadoras como la nuestra, para salir del closet y enfrentarse a todos con su verdad, se debe necesitar realmente mucho valor.

A lo largo de la historia los homosexuales han sido víctimas no sólo de la discriminación sino de los actos de homofobia más cruentos que se pueda uno imaginar, y hoy por hoy aún son proclives a ser señalados y marginados por ejercer su derecho a elegir cómo y con quién les gustaría vivir.

Después de divertirnos durante la noche y al calor de unos tragos, con algunos amigos absolutamente descriteriados, en un par de ocasiones no tuvimos mejor idea que acosarlos y bajando de un auto corretearlos a cinturonazos por las calles circundantes a la Plaza del Estudiante. Felizmente nunca llegó a mayores y nadie resultó herido, sin embargo es un accionar que me sigue llenando de rabia y retraimiento. ¿Hacía semejante barbaridad por homofóbico? Honestamente no, lo hacía por ignorante, por mi supina carencia de información y absoluta falta de raciocinio y nada más.

Pasaron muchos años antes de que me informe acerca de lo que es y significa la diversidad sexual, de lo que es un homosexual y sobre todo el porqué soy un heterosexual.

Información, conocimiento, cultura y retroalimentación respecto a lo que es la elección sexual era lo que me faltaba, y le falta a mucha gente que discrimina sin saber. Por el simple hecho de que algo le parece anormal, porque sale de sus cánones del buen gusto, porque se comporta diferente, porque habla distinto, porque no es del mismo color, porque no come de la misma manera, porque no entiende con la misma rapidez, porque le sobran dos cromosomas o porque le falta una parte del cuerpo, porque algo no le trabaja igual y por un millón de razones es que la gente discrimina, señala, califica y prefiere alejarse o recluir, y así, solamente por culpa de la ignorancia levantamos muros de odio y asco, incluso en nombre del ser más inclusivo de todos, Dios.

El miércoles justamente en algunas ciudades del país, pero sobre todo en Santa Cruz, mucha, realmente mucha gente (no voy a caer en el burdo truco de contarlos o decir que la mitad o más de la mitad no sabían lo que hacía o no querían ir), simplemente diré que era un número realmente importante de ciudadanos los que salieron a la calle a clamar por la anulación de una Ley que les daba sobre todo, a mi entender, mucho miedo. Miedo de que sus valores y cánones de normalidad se vean alterados, y que para sus hijos dentro de poco ser diferente sea normal.

Pero lo que realmente creo es que el miedo que tienen, es el ver que su idea de familia natural, como le dicen ellos, se convierta en una distinta, con diferentes actores y condiciones, la que para mí y para muchos más, es una familia real, que hace verdaderamente felices a sus componentes. Nunca los vi marchar en contra del divorcio, o en contra de los padres que dejan a sus hijos con sus abuelos o de quienes abandonan a los niños sin hogar en la calle o de maridos que golpean a sus esposas o de esposas que abusan de sus maridos, o de padres que flagelan a sus hijos o del sinnúmero de verdaderas atrocidades que sí suceden en una familia natural, incluyendo vejámenes sexuales de padres a sus hijos o hijas. Le llaman núcleo de la sociedad a la idea patriarcal y chauvinista de la mamá, el papá, el hijo, la hija y el perro, y todos felices y dichosos como los Ingalls al final de cada capítulo, haciendo verdadero alarde de desconocer lo que realmente son las familias en sociedades como las nuestras, donde muchas veces los hijos no conocen a mamá o a papá, o porque los abandonaron, o porque uno de ellos o ambos están en ultramar moliendo agua para enviar la plata que con cuentagotas les da el tío o la apoderada para que sobrevivan como puedan.

No sé si en su idea de familia natural estén considerados los abuelos, quienes engendraron esa familia pero que las más de las veces termina abandonados en un asilo o solos, sin el más pequeño afecto y con el olvido absoluto de quienes están donde están gracias a ellos.

La familia verdadera, no la natural ni la ideal, sino la real y auténtica, está en cada uno de nosotros y en quienes rodeamos y nos rodean de amor, así entre todos ellos no exista vínculo biológico alguno. La familia la constituye el trabajo tesonero y positivo en pos de forjar un mañana para los que queremos, los engendremos o no, deseando para todos un futuro de oportunidades que guiemos y ayudemos a formar, pero sin importarnos lo que quieran ser o cómo lo quieran lograr. Una familia real, no le va a preguntar a su hijo su preferencia sexual, tan solo lo que necesita para ser feliz y nada más.

Cuando Dios le asignó a María la gloriosa misión de llevar en el vientre a su hijo, le asignó pareja para que el acto divino no genere en la mujer virgen un incordio y ésta sea vejada y lapidada hasta la muerte, de acuerdo a los dictámenes de la misma Biblia, que, según los marchistas, es la que les permite condenar lo diferente, cuando lo que deberían leer realmente en ese libro Sagrado es el mandato del Salvador de amarnos los unos a los otros sin condicionamientos o elección.

No se puede seguir odiando, persiguiendo y hasta matando en nombre de Dios. Los radicalismos están lejos de lo que profesa cualquier fe. Es tiempo de dejar de leer la Biblia como letra muerta y empezar a interpretarla, buscar su mensaje de amor y entender de una vez que la llegada de Cristo fue para ver a Dios a la cara y reflejarnos en �l todos, como iguales.

Sin embargo, lo que más me alarmó de la jornada de marcha fue la bronca y rabia con la que defendían sus ideales en los canales de televisión en horas posteriores, olvidándose por completo que esos mismos mensajes de rabia e ira habían provocado que un criminal dé muerte a más de 50 familias en Orlando, y digo familias, porque cuando muere una persona, su alma se lleva en dolor justamente a todos quienes lo amaban.

Yo soy un opositor al presente régimen gubernamental y cada que puedo me estrello contra la enorme cantidad de abusos que comete en nombre de la democracia. Pero cuando una Ley inclusiva y progresista, le facilita la vida a mis compatriotas no puedo hacer otra cosa que saludar el accionar del Gobierno en pos de darles a personas, que se sienten y quieren ser diferentes, la oportunidad de legalizar su identidad, pero ante todo, sentirse parte de un Estado que los toma en cuenta y no ayuda a discriminarlos.

Informarse, leer, no tener miedo a lo diferente, es mi consejo a quienes procuran no cambiar los paradigmas de una sociedad en permanente renovación, donde la tecnología nos ayuda a entender todo mucho más fácilmente, con ella y con educación lograrán tener la paz necesaria para convivir en familia, no en la que quisiéramos tal vez, pero sí en la que la vida nos dio.

(*) Paceño, stronguista y liberal