Este tema se lo ha tratado en innumerables ocasiones, empero, hoy es pertinente para que los errores del mundo no ensombrezcan la actividad de la Iglesia y del cristianismo pues se debe imperativamente diferenciar que el mundo cristiano no es el cristianismo, realidad que siempre generó confusión pues se intenta, ante la ausencia de objetiva justicia y libertad en la sociedad, culpar a la Iglesia y al cristianismo, cuando sus objetivos sólo encierran la misión de proveer paz espiritual y hacer feliz a la humanidad.
La Iglesia y el cristianismo, sobre todo, trabajan incansablemente para reanimar las energías de la justicia y el amor y para la aspiración noble que la existencia de las mujeres y los hombres sea más digna. Todo está supeditado, sin embargo, pese a este esfuerzo, a la manera como se ha recibido el mensaje de Dios, por lo que es una insensatezculpar a la Iglesia y a los cristianos por el estado de la justicia y de las libertades individuales cuando fehacientemente no se produjo en el ser humano una revolución interna que debe remozar y manifestarse en acciones genuinas y auténticamente progresistas, mientras dure la existencia humana.
En un sentido general, no sería insensato reprocharnos que somos pecadores lo cual debilita al cristianismo, peor aún, no sería insensato también reprocharnos al ofrecer un culto puramente exterior a Dios en quien pensamos que creemos transformándonos en rigor de verdad, en ateos prácticos. Hoy, la historia ha pactado con el temor y lo absurdo y nuestra razón con la desesperación.
La facultad de lenguaje está tan desnaturalizada, la significación de las palabras prácticamente falsificada, las verdades expuestas en la mayoría de cualquier página de prensa diaria y los informes radiales y televisivos se hallan perfectamente mezclados con tantos errores, voceados al universo por la publicidad, a tal extremo que estamos perdiendo el sentido elevado, único e incontrastable de la verdad y somos perezosos para buscar la verdad con ahínco, a sabiendas que está en la profundidad; veritas est in puteo ( la verdad está en la profundidad), reflexivo axioma latino.
Se miente con tanta frecuencia que parece, lindando con la certeza, una adicción y para actuar es necesaria una dosis de engaño como si se tratara de un elixir cotidiano. Angustia crea en los espíritus nobles y con fe progresista, la tendencia a creer todo lo que se escribe, dice o televisa, entonces, por reflejo natural, estamos condicionados a una vida mental clandestina, en la que no se creerá en nada, sino que confiaremos en la experiencia y en los instintos elementales, ¿Cuál sería la conducta opuesta para evitar esta degradación?, es que la fe debe ser real, practica y viva que, en otras palabras, esté presente en toda nuestra existencia, que es perfectible sin límite visible para incrementarla y con ese denodado esfuerzo descubrir a Dios y sus manifestaciones y, finalmente, fe viva que exige la contemplación.
Por ello creer en Dios es difícil, pues complicado es creer en lo que no se ve, empero, lo que se puede lograr con la fe es un ámbito estrictamente reservado a cada individuo y a su construcción interna de responsabilidad con su ser. Creer en Dios siempre ha de significar vivir de tal manera que sería imposible vivir la vida si Dios no existiera.
(*) Es Abogado Corporativo, posgrado en Arbitraje y Conciliación, Docente Universitario, Escritor
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