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La hierba es un niño
Derrida
Actual: Jacques y Marguerite
¿Deberíamos responder? Pregunté
Tú te arreglabas el cabello
Fuimos la escena impoluta: nuestros nombres
Que repasáramos los pasos de la cita inicial pedían
Era la nieve dijiste
Marguerite
Ni una sola palabra más
Y el blanco esplendor de la promesa
de vuelta
en el reservado tú y yo
Miramos
el silencio del temblor se impuso y
nos detuvimos en las lindes de una confidencia imposible
Dormía debajo del jazmín
Sobre el agua más cercana
se deslizaba mi mirada
había huellas
nenúfares de trazos que me era posible recordar
Pero mi espalda permanecía inmóvil
se apoyaba terca en la falta de lugar
para nosotros
Te añoraba sin morirme por gracia del agua
bañaba mis pies
y enfrente un horizonte de belleza
A tientas mi mano buscaba páginas por ti
en su afán hacía caer rayos
de la luna
aquí adentro sonaban bajito
y yo obedecía
bailaba su canción
Primeros pasos
Los perritos no me agradan
yo sí les agrado
olfatean a la niña
que ante mí aparece una y otra vez
el vestido corto de lino
y los botines blancos
a veces se desplazan solos
ella da unos pasos tambaleantes
y se pone de cuclillas
al acecho
mirándome
es triste
y en cada instante exiguo
hago lo imposible por consolarla
Poema para Luciano después
de un fin del mundo
El agradecimiento no es triste
ni escaso
los ojos de tu madre te miraban
y la luna última había sido un trazo póstumo
pero feliz
Era aún niño tu cuerpo
espontáneo
se anticipaba a recibir sus mañanas futuras
agolpadas
prosperaban dentro de ti
Alejabas la gravedad de la muerte
Pensabas
Y un oceánico canto de cigarras
empujaba entero
contigo
Del trébol
Recuerdo apenas, hubo desaforados carruajes, levantaban polvo conducidos por la noche. El sacrificio se repetía en su interior.
Mas perenne es la belleza. La ropa recién lavada se mece con la brisa y al atardecer se muestra de seda la misma luna, en el cielo claro.
Debo volver a lo radiante, me digo, a sus fulgores.
***
A un pueblo del valle alto llegué, estaba sola. Las flores de los durazneros repicaban. De los muros de las casas deshabitadas colgaba la hiedra. Una hoja del abandono, la otra hoja la esperanza. Girando sobre sí la hiedra hallaba otra razón.
Me pasó, lo viví. Me paré en el triángulo que queda cuando dos ríos confluyen. Manifestación nívea, por mis ojos esos cuerpos entraron en mí. Sin estrépito, alteraron mi camino.
Hace años desperté en una playa remota, hasta esa playa fui. El oleaje me hundía, me revolcaba. Lamiéndome el mar bramaba en mis oídos.
***
Inclina el viento, ya sin demasiado dolor, vértebra por vértebra, el húmedo tallo del trébol. Su diminuta sombra trae esta paz. Unos minutos. Detenidos.
Te cubres
Te cubres / hasta los ojos
Te ciegas
No ves que el animal pía después de su decapitación
Salpicado de esa sangre
te enfrentas a la hondura
de la fuente espejo matinal
y aún te es dado
asistes al don
a la epifanía:
un rostro tu rostro
el Íntimo:
No matarás