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La situación de la arquitectura boliviana (si hay alguna) hace varios años ya que alarma y preocupa. Llevo algún tiempo queriendo compartir algunas consideraciones sobre el tema y gracias a los eventos recientes es que decido escribir estas lÃneas, que dejo al criterio del lector, para que las pueda interpretar como una crÃtica, una reflexión o una protesta.
Hace pocos dÃas se inauguró una nueva versión de la tan reconocida Bienal de Venecia, este año a cargo de un latinoamericano, el flamante ganador del Pritzker, Alejandro Aravena de Chile (más adelante notarán que no es un dato menor). Para variar, Bolivia no tuvo presencia en la muestra, es más, no recuerdo si alguna vez estuvimos presentes en la mayor exhibición de arquitectura del mundo, si tengo entendido que en bienales anteriores el arte contemporáneo boliviano tuvo algunos representantes, pero en arquitectura, nada, cero, ni una obra, ni una instalación, mucho menos pensar en montar una exhibición colectiva dentro de algún pabellón.
Y no escribo este texto con el argumento de santificar a las bienales y sugerir que hay que estar en ellas por estar, o participar por participar, sino porque considero que en algunos casos (como es el de Venecia) representan escenarios importantÃsimos de intercambio y difusión donde todos los paÃses participantes presentan a su manera temas e intereses, relevantes y donde la discusión y el debate son los protagonistas a la hora de encarar los nuevos desafÃos que la disciplina demanda.
A partir de esta realidad, y como reza la frase común, es que digo: "Estamos en otra", pero estamos en otra desde todo punto de vista, desde que en nuestro medio no se valora, y en la mayorÃa de los casos ni se entiende, el trabajo del arquitecto, desde que menospreciamos el aporte y el valor de un buen diseño, desde que el mercantilismo y la mezquindad le ganan a la calidad, desde que la pirotecnia hace mella de la esencia, desde que nos conformamos con lo que hay, desde que hace años no surgen generaciones de arquitectos que acepten y encaren nuevos desafÃos, desde que nos vanagloriamos con meras construcciones saturadas de color y fachadismos huecos, desde que desarrollamos la profesión de arquitecto a espaldas de los problemas reales de nuestra sociedad, desde que nos formamos en facultades que son burbujas en vez de puentes, desde construir siempre buscando el beneficio personal en vez del bien común, y desde la falta de desprendimiento de egos y posturas omnipotentes, que definen hoy una situación de crisis profunda y abrumadora, o será que en realidad ¿no queremos hacerlo porque estamos cómodos en un contexto donde se hace lo que se tiene que hacer y punto?
Y como todo sigue su curso natural, la cachetada la recibimos de los paÃses limÃtrofes, donde parece ser que pese a tener casi nuestros mismos inconvenientes y restricciones sociales, económicas y hasta polÃticas, sà muestran propuestas con tanto valor desde la austeridad, la simpleza y el acercamiento de la arquitectura hacia la sociedad, que no solo participan y son valorados internacionalmente sino que son premiados, como es el caso del estudio paraguayo Gabinete de Arquitectura, a cargo de Solano BenÃtez que en esta versión de la Bienal de Venecia recibió el León de Oro a la mejor participación por su intervención "Arco Parabólico de Ladrillo Simple". De igual forma podemos apreciar el trabajo de Chile, con un pabellón austero pero preciso, Perú con una muestra extremadamente cuidada, Colombia con una seria investigación sobre el bambú o Argentina que con una instalación cargada de simplicidad y basada en la obra del finado Rafael Iglesia contribuyeron con su mirada sobre un tema en común planteado por Aravena: "Reporting from the front" (Reportando desde el Frente).
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