Ruido aeronáutico

Infinidad de veces nos referimos al ruido pero no encontramos una manera precisa de definirlo con propiedad: ruido es el sonido inarticulado y confuso con intensidad más o menos fuerte, según la Real Academia Española. Un diccionario más o menos fiable nos dice que el ruido es el estruendo y sonido que destempla, altera y desequilibra los oídos. Esa desazón que causa al sentido de la audición, es lo que voy tratar en el presente artículo, siempre con la debida tónica jurídica para desvelar los derechos de las personas sobre este moderno problema.

El desarrollo adquirido por la industria aeronáutica en las últimas décadas hizo aflorar una serie de problemas, muchos de auténtica gravedad, como lo es el ruido y que antes no merecía atención especial alguna. La utilización de una aeronave por parte del explotador produce, inevitablemente, consecuencias negativas a determinadas personas ajenas al fenómeno de la aeronavegación, tanto comercial como militar.

La actividad aeronáutica puede, sin duda, infligir daños a terceros en la superficie. El más grave de todos ellos se deriva de la caída de la aeronave a tierra o en el mar, lagos o ríos. Esta caída comporta daños a las personas o a las cosas, pero fuera de sucesos de esa índole, el transporte aéreo puede ocasionar otros daños y perjuicios que por no ser de menor magnitud dejan de tener importancia y uno de ellos, poco grato para los que tienen que soportarlo es la contaminación atmosférica, que en un sentido lato es el ruido, como una modalidad de contaminación atmosférica, siendo ésta el género y el ruido la especie.

Las condiciones climatológicas de las grandes superficies horizontales de los aeropuertos determinan la posible gravedad de la contaminación atmosférica en aeropuertos y zonas próximas, justamente por la operación con turborreactores que producen emisiones contaminantes y los efectos dañosos del ruido y del estampido de las aeronaves se resumen en las incomodidades y molestias a las personas, lesiones o perjuicios en su salud como ser neurosis y dificultades auditivas, perjuicios a las propiedades, como la rotura de vidrios, aflojamiento de los tejados y grietas en las paredes.

Esta situación, técnicamente, tiene un efecto acumulativo, pues no se producen estos daños en un solo y único acto, que será poco perceptible en un inicio, para ir aumentando en forma gradual, para lo cual existen razones derivadas de la exigencia de la seguridad jurídica y de la prudencia, que se suman para respaldar la posición que considera a las compañías aéreas como responsables de la reparación de los daños causados por el ruido. La responsabilidad del Estado puede aparecer con carácter complementario cuando impuso reglas de circulación aérea defectuosas, cuyo ejercicio contribuye a la producción de ruidos que originan daños, también el Estado puede verse obligado a responder, conforme al Derecho Administrativo, a devolver las multas e indemnizaciones abonadas por los operadores, cuando esta negligencia se comprueba; también el Estado puede ser compelido a responder por los perjuicios que resulten de la habilitación de un determinado aeropuerto, cuyas operaciones causen daños a los vecinos.

Es preciso que todas las aeronaves en Bolivia, además de los requisitos de matrícula, número de serie del constructor, tipo y modelo, consignen y aclaren todas las modificaciones realizadas, en forma suplementaria, para respetar las normas aplicables de certificación acústica.

(*) Es Abogado Corporativo, Postgrado en Derecho Aeronáutico y Arbitraje y Conciliación, Escritor