TenÃa toda la razón, y no tuvo que pensarlo mucho, se puso manos a la obra y dentro de poco el mercado de remedios serÃa una realidad.
Llenó el interior de la futura tienda de vistosos mostradores, enormes frascos con anuncios de su contenido, cuadros con dibujos del cuerpo humano y todo aquello que pudiera llamar la atención del apresurado comprador llenaban las paredes.
Todos aplaudieron e ingresaron al establecimiento, era sin duda novedoso y llamativo, e invitaba al consumo aunque sea de polvo para estornudar, en eso, se aproximó quien lo habÃa motivado en esa empresa y le dijo al oÃdo: Todo está maravilloso y me agrada que me haya hecho caso y se convierta asà en hombre de bien. Pero lo que no puedo tolerar es la mentira, su mensaje pasa de la exageración a la falacia como si nada y no la comparto para nada.
Muchas veces cuando leemos algo nos tomamos todo el texto literalmente y no siempre somos capaces de encontrar entre lÃneas mensajes ocultos o realidades que no están plasmadas en todo lo que quiere decirnos su autor o lo que la historia misma es capaz de contarnos y expresarnos como verdad absoluta.
Todas las penas, miserias y consecuencias trágicas que legó la conflagración del Chaco en el siglo pasado, nos han dejado en el alma enormes cicatrices. Desde hermosas pero subliminalmente tristes melodÃas que entre cuecas y boleros de caballerÃa nos hacen saborear el amargo cáliz de la guerra, hasta innumerables obras literarias que nos han relatado de mil maneras todas las desgracias de los hombres que fueron a defender la heredad nacional, sabemos de memoria todas las penas que nos sembró en el alma la guerra más sangrienta de la historia americana desde la independencia.
En la fragua beligerante al interior de la polvorienta trinchera, el hombre sometido a sus más bajos instintos, por el deseo de la sobrevivencia, le hizo ver a los combatientes que era en carne y hueso igual a cualquiera. Que en el momento del hambre, la sed y el cansancio, la única diferencia que habÃa era la del muerto con el vivo. Pero más importante que eso, es que todos se dieron cuenta que para vivir necesitaban del hombre a su lado como de uno mismo y que no interesaba si era blanco o moreno, alto o bajo, quechua o aymara, colla o camba, todos eran bolivianos por igual y todos defendÃan lo mismo.
Estas son unas pocas de las muchas cosas buenas que nos dejó la Guerra del Chaco, con ello quiero rendir mi eterno reconocimiento a los hombres, que como mi abuelo, lo dejaron todo en las arenas del sudeste boliviano, enfrentándose a la vida misma en pos de un solo ideal, la Patria amada y su existir, a los 81 años de la firma del armisticio con el Paraguay.
(*) Es paceño, stronguista y liberal
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