Miercoles 15 de junio de 2016
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Según las versiones propaladas por disidentes en Santiago y en La Paz, el Silala puso a trasmano temas urticantes del momento. Como por arte de magia se borraron las diferencias y todos hablaron de unidad. El fondo oscuro del Fondioc y la misteriosa Zapata pasaron a segundo plano; lo del Dr. León, por la indiferencia que le rodea, parece que fuera de otro país. No hay corrupción, no hay escándalo, no hay abuso. Sólo el Silala suena en todos los medios.
Imaginemos que un raro abogado trata de persuadir a su defendido diciéndole que lo pensará, que es mejor un mal arreglo que un pleito incierto. Pero qué difícil es aplacar el rencor de los litigantes; suelen mostrarse hasta los dientes como en la jungla. Eso mismo ocurre a veces entre los países; mejor dicho, entre los políticos que los representan. Con la diferencia de que en un pleito internacional sobra el chauvinismo y escasea la sensatez.
Como se recordará, se alertó a Chile desde el tejado. Los psicólogos asocian la destemplanza con la debilidad, y la serenidad con la fortaleza. Los agresivos hablan mucho y es porque tratan de ocultar alguna dolencia íntima. Rondaba desde hace rato por el Palacio Quemado un potencial peligro, y de pronto se encendió el foquito. ¡Ah, eso no falla! Pero la amenaza se convirtió en iniciativa. Diciendo que "la mejor defensa es el ataque", Chile se adelantó en recurrir a La Haya; esta vez como demandante.