En algunas iglesias (diócesis), subsiste una idea deformada del sacerdote católico, como aquellos que se convirtieron en lÃderes y guerrilleros, pretendiendo abanderar aspiraciones puramente polÃticas, la defensa de los derechos humanos, y una utópica justicia social, asà entonces el sacerdote deja de ser "el hombre que comparte la Pasión de Cristo dando de ello testimonio ante sus hermanos, como un grano de trigo que muere para dar fruto".
La vocación a la vida sacerdotal es un llamado muy grande porque el verdadero sacerdote es "otro Cristo" y tiene como tarea continuar la misión de Cristo administrando los sacramentos, celebrando la EucaristÃa, perdonando los pecados en nombre del Señor, visitando a los enfermos y liberándolos de las influencias del demonio.
La Iglesia tiene el deber, y el derecho propio y exclusivo, de formar a aquellos que se destinan a los ministerios sagrados (Canon 232), pero, incumbe a toda la comunidad cristiana el deber de fomentar las vocaciones, para que se provea suficientemente a las necesidades del ministerio sagrado en la Iglesia entera; especialmente, este deber obliga a las familias cristianas, a los educadores y de manera peculiar a los sacerdotes, sobre todo a los párrocos. Los obispos diocesanos, a quienes corresponde en grado sumo cuidar de que se promuevan vocaciones, instruyan al pueblo que les está encomendado sobre la grandeza del ministerio sagrado y la necesidad de ministros en la Iglesia, promuevan y sostengan iniciativas para fomentar las vocaciones, sobre todo por medio de las obras que ya existen con esta finalidad (Canon 233).
El Concilio de Trento definió como verdad de fe, que el sacramento del orden imprime carácter en el que lo recibe. "El carácter es una especie de sello indeleble en el alma que distingue y separa irrevocablemente a quien lo recibe de todos los demás hombres" (Royo MarÃn, TeologÃa moral II).
"El carácter sacramental -dice el Papa PÃo XII- es una participación del sacerdocio de Jesucristo. Esa participación comienzan a dársela al simple cristiano los caracteres del bautismo y de la confirmación; pero de una manera incomparablemente más plena la comunica el carácter del sacramento del orden, único que habilita para el ejercicio de las funciones sacerdotales".
El sacramento del orden es conferido a quienes se sienten llamados por Dios a ser sacerdotes para entregarse a la salvación eterna de las almas. Este ministerio es el más grande de la tierra, ya que los frutos del apostolado sacerdotal no terminan en este mundo, sino que son eternos.
La vocación sacerdotal -consecuentemente- no resulta ser una opción para encontrar un medio de subsistencia, ni tampoco una profesión mediante la cual el ministro ordenado es remunerado, con lo que tenga solucionado su porvenir.
"Los jóvenes que desean llegar al sacerdocio deben recibir, tanto la conveniente formación espiritual como la que es adecuada para el cumplimiento de los deberes propios del sacerdocio en el seminario mayor, durante todo el tiempo de la formación o, por lo menos, durante cuatro años, si a juicio del Obispo diocesano asà lo exigen las circunstancias" (Canon 235 § 1).
Los seminarios son instituciones cuya finalidad es la formación adecuada de los que aspiran al sacerdocio, por lo tanto no pueden ser guaridas de personas con serias desviaciones afectivas, personales o sexuales, sobre todo problemas afectivos que originan las otras dos.
german_mazuelo_leyton@yahoo.com
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