Domingo 05 de junio de 2016

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En el crepúsculo de mi vida, tuve oportunidad de entrar en conversación con un sabio judÃo. No me llevo mucho tiempo darme cuenta de su gran sabidurÃa, y él me llevó a comprender cuán grande es la Torá que fue dada en el Monte SinaÃ. Tomé conciencia de lo necio que habÃa sido por no haberme dado cuenta de cómo Dios es capaz de manipular las leyes de la naturaleza.
Mi querido discÃpulo Alejandro, si tuviera la posibilidad de reunir todos los libros que he escrito, los quemarÃa. Me avergonzarÃa mucho que algunos de ellos perduraraÂ? me doy cuenta de que he de recibir un castigo Divino por haber escrito libros tan engañosos.
Hijo mÃo, Alejandro, te escribo esta carta para decirte que la gran mayorÃa de mis teorÃas a la ley natural son falsas. Siento que he salvado mi alma al admitir mi error. Espero que no se me considere culpable por el pasado, pues he actuado por ignorancia. Sé que tú me alabas y me dices que soy famoso en todo el mundo a causa de los libros que he escrito. Aquellos que se consagran a la Torá obtendrán la vida eterna, mientras los que se dedican a leer mis libros obtendrán el sepulcro.
No te escribà antes porque temà que te enfadaras conmigo y tal vez hasta me hicieras daño. Pero ahora he tomado la decisión de decirte la verdad. Sé que cuando recibas la carta ya estaré muerto y enterrado, pues soy consciente de que se acerca el fin.