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SU ADMIRACIÃ?N POR LA BELLEZA FEMENINA Y SU AMOR POR LOS ANIMALES Y LA MÃ?SICA
Conocà a José MarÃa Arguedas en la Dirección de Educación ArtÃstica del Ministerio de Educación. Su amistad me dio la oportunidad de conocer y luego confraternizar con sus hermanos ArÃstides y Nelly, en un afecto imperecedero. Asimismo, conocà e intimé con cariño con su tÃa Rosa y su prima Yolanda Pozo. Este contexto afianzó mi conocimiento de José MarÃa Arguedas.
Primero, José MarÃa era un admirador de la belleza femenina, pero con un gusto especialÃsimo. Recuerdo que una vez llegó a su oficina una joven profesora muy bonita, a exponerle su queja porque no le habÃan solucionado un expediente que ella presentó. Entonces, él, mirándola pero muy devotamente, le dijo: "Cómo han podido negarle algo a una señorita tan bonita". Lo dijo con todo respeto, sin ninguna mala intención y muy poéticamente.
Pero igualmente admiraba, con el mismo criterio, de artista, a jóvenes que yo encontraba bastante feas. Ã?l decÃa que les hallaba hermosas sombras en el rostro", y como yo no tenÃa ese criterio artÃstico, pues, francamente no las encontraba. Siempre lo he visto tratar a las mujeres con todo respeto sin tener en cuenta su condición social.
Una vez, una joven que habÃa estado unos pocos dÃas en la Dirección de Educación ArtÃstica, le dijo que un dÃa ella pasaba por la calle Padre Gerónimo -donde estaba la Dirección- y como ya se habÃan visto antes ella lo miró, pero como él no dio señales de reconocerla, ni de saludarla, pasó de largo. Entonces cuando ella terminó de contarle, él le dijo: "SÃ, recuerdo, con razón ya decÃa yo, ´conozco esos ojos´".
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Su apreciación de la belleza comprendÃa también tanto a las personas como a los animales, le escuché decir una vez, pero asà con todo respeto, y dirÃa que hasta embobado: "Tiene usted ojos de vicuña". Para mÃ, que verdaderamente no conocÃa a las vicuñas, me sorprendió. Y decÃa, bueno, puede ser un piropo muy especial.
Ahora, su admiración por la belleza femenina abarcaba todos los niveles, inclusive los fraternos. Cuando nos contó que tenÃa una hermana, le preguntaron "y cómo es". Ã?l dijo: "¡Huuuiii!" yo creo que eso fue bastante explÃcito, no se habÃa equivocado.
Asà como admiraba la belleza, encontraba también parecido entre las personas y los animales, sin ningún carácter ofensivo. Por ejemplo, de un profesor de San Marcos, muy distinguido, decÃa: "TenÃa cara de ratón", lo mirábamos y, sÃ, como él lo habÃa dicho, verdaderamente tenÃa cara de ratón.
HabÃa también comparaciones risueñas. A un profesor, que en ese entonces era todavÃa estudiante, le dijo: "Tienes una estupenda cara de indio viejo" y, verdaderamente, pues, tenÃa esa expresión.
Su amor a los animales era increÃble. Ya contaron alguna vez, el episodio de su vida en Chimbote, cuando él estaba con su carro estacionado y habÃa un camión delante. En ese camión habÃa un perro, él hizo amistad con ese perro, conversaba con él, le hablaba, era capaz de hacer amistades en muy poco tiempo. Salió un momento a hacer algunas gestiones y cuando regresó, encontró que el camión se habÃa marchado. Subió a su carro, siguió al camión por todas partes hasta que lo pudo localizar, para despedirse de su amigo el perro con el que habÃa intimado.
Al doctor Matos Mar le escuché contar cómo en el camino que va para el norte, me parece, cuando ambos fueron a una misión de antropologÃa, José MarÃa se bajaba del auto en que iban, para abrazar a los asnos. Era un hombre muy sencillo, tanto en su modo de ser como en su fÃsico. Y se sintió feliz y nos contaba cómo una mujer de esos pueblos lo creyó un chofer de camión. Ã?l decÃa que se alegraba porque "quiere decir que no he perdido ese aire, ese carácter de pueblo".
Como músico, pues, tocaba guitarra, todos lo hemos escuchado, cantaba con su tÃa Rosa Pozo. La canción que más le gustaba era Coca quintucha. Bailaba bien el huayno, en varias ocasiones, como por ejemplo, en bailes de alumnos. Contaban que una noche lo vieron bailar en un centro nocturno el baile de moda de esa época (no recuerdo si era el fox o el bolero) y decÃan que lo hacÃa muy bien con su pareja, que no era su esposa.
TenÃa amistad con sacerdotes y especialmente con un sacerdote jesuita que trabajaba en la Nunciatura y de él decÃa: "Este padre es un santo". Creo que también se ha escrito que era amigo de los padres norteamericanos en Chimbote. Ustedes saben que la iglesia opina que los suicidas no tienen muy segura su salvación. Pero un padre, amigo de él, que le hizo la primera misa de difunto, le dijo a su hermana Nelly: "Le aseguro que José MarÃa está en el cielo".