Domingo 05 de junio de 2016
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En diferentes libros que tratan de sociologÃa podemos encontrar el sentido de la idea de pueblo, refiriéndonos a su origen cristiano, que es el parroquial, con connotaciones ético-sociales, es decir, la idea de pequeño pueblo de Nuestro Señor. Luego evolucionó el concepto en el sentido de comunidad moral, unida a la actividad de pueblo trabajador en su esencia ético-social.
Para amalgamar ambas concepciones es necesario acudir al feliz equÃvoco de Auguste Comte, que aclara la imagen de los pobres, de los que sufren, de los desheredados, y la imagen del vigoroso trabajador, entonces, nos situamos entre un sentimentalismo y un romanticismo espurios, ya que debe considerarse la primera como una categorÃa natural de la sociedad, definida por la compasión o bien por el resentimiento que ella forja.
No cabe duda que se trata de un equÃvoco con fundamento, en el sentido que, es cierto, el vigoroso trabajador, en la pluralidad de las veces, no posee herencia alguna y está virtualmente condenado a una condición social de pobreza, y en el sentido de que la mayor parte del pueblo es un grupo de condiciones de existencia no privilegiadas, aclarando que lo que se quiere significar en el mundo actual ya no se trata tan solo de la pobreza, sino que para una abrumadora cantidad de gente se trata también de miseria, de servidumbre y opresión, a cual se puede añadir perfectamente, según la modernidad del desempeño polÃtico, la servidumbre y opresión polÃtica, pudiendo degenerar peligrosamente en estados policiacos, si es que no se tiene en cuenta la opinión general cotidiana del mismo gestionar polÃtico y su evaluación, porque la evaluación en la vida es un proceso interno de cada ser humano; debemos autoevaluarnos diariamente.