Sábado 04 de junio de 2016
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El pasado fin de semana, La Paz vivió intensamente el peso de ser sede de gobierno con su plaza mayor cercada por una cortina de hierro y la dicha de tener una secretaría cultural con gran autonomía en el gobierno municipal para movilizar a 130 instituciones y 200 mil personas con el único objetivo del goce.
Quise ingresar el viernes al Hotel Torino, en una de cuyas salas coloniales se presentaba un libro, pero el policía cubierto con chaleco antibalas y máscara negra no me dejó entrar por la calle Ayacucho. El gobierno del Movimiento Al Socialismo ha logrado lo que no pudieron las dictaduras en 18 años de botas militares: aislar la Plaza Murillo y convertirla en un rincón silencioso y espeso.
"No puede, si quiera vaya por la Socabaya".
"Sí, mi Comandante. Ya sé que no tengo permiso para pasar frente al Palacio de Gobierno, visitar la Catedral y bajar la calle hacia el antiguo caserón. Si la sede de la Asociación de Periodistas estuviese aún en la Comercio tampoco podría llegar a mi oficina". Me mira rodeado de uniformados, medio ocultos bajo sacos de arena, trincheras para defenderse de los perversos ciegos, de los cojos atrevidos, de los tuertos y de los inválidos, de los enfermos mentales, de los niños sin brazos, de sus madres y de los estudiantes que convidan café con marraqueta.