Todos nacimos de una madre, de una mujer que asumió el desafÃo de aceptarnos en su vientre, de llevarnos durante nueve meses y de pasar todas las incomodidades a raÃz de este estado. Durante este tiempo ha logrado comprender los misterios de la vida, la profundidad de una relación. Si bien es cierto, el cordón umbilical nos une, pero este se vuelve como la red de comunicación perfecta, porque en este periodo de gestación nos habló, nos contó historias, e inclusive nos expresó sus temores. Cuantas madres gestantes, dialogan entre sÃ, de las travesuras que hacemos en el vientre.
A medida que avanza la vida estamos siendo formados por ella, que aunque tenemos al padre, o a la escuela o los otros familiares, ella pone el orden, el norte, el horizonte. Ella sueña para nosotros el hombre o mujer que debemos de ser. Nos inculca valores, nos previene de los peligros, nos defiende y evita que te dañen, pero en sÃ, nos encamina a mirar el futuro con serenidad y constancia.
Pero muchas veces los hijos hemos sido objeto de dolor y tristezas, o cuantas veces hemos hecho llorar a una madre. Tal vez la encontramos en su impotencia de resolvernos algo preferencial. Ella pronto lo olvida, porque sabe aceptar sus errores. La actitud de una madre siempre es positiva y de construcción de valores en sus hijos; quiere la perfección de la persona, quiere que sea en todo momento modelo de vida, de objetividad y de marcar la diferencia. "No te eduque aquÃ", te lo repartirá en varios momentos. Aun asÃ, algunos hijos, la harán sufrir, la abandonarán, la ignorarán porque nosotros somos personas con miradas distintas.
Todos los dÃas uno se prepara para tomar el espacio que le corresponde en su vida. La madre se constituye en la persona que te preparó para volar y para hacerte una persona autónoma. Sin embargo aunque te dio las herramientas te induce a mirar la vida desde sus ojos.
Cuando una madre se va, el silencio se apodera. Pero cuando pasan las horas comprendes que todo lo que te dejó está ahà en tu vida, en tu ser. Por eso es bello pensar en las madres porque ellas siempre van sellando en nuestros corazones todo lo que somos. Dios nos lo dio para comprendamos su grandeza.
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