Domingo 22 de mayo de 2016
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El hecho de que "El Duende", suplemento cultural de "La Patria" de Oruro llega hoy gloriosamente a sus 600 números me ha producido una gran alegrÃa, por varias razones que explicaré desordenadamente.
La primera es el recuerdo que tengo de las llamadas telefónicas que me hacÃa Luis Ramiro Beltrán en los últimos meses de su vida, preguntándome si ya me habÃa llegado "El Duende", y en tal caso, si al pasar a mi oficina podrÃa dejarle el ejemplar para saborearlo primero. Ã?l ya salÃa poco, habÃa perdido el interés por muchas cosas, no le interesaban las distinciones y homenajes que de pronto, sospechosamente, caÃan sobre sus hombros como sucede en Bolivia, con las instituciones y personas que se acuerdan de sus hijos preclaros al final de la jornada.
Luis Ramiro, como lo decÃa él mismo, tenÃa tinta en las venas; habÃa ejercido el periodismo desde sus 16 años, empezando precisamente en "La Patria". Quizá por esa su unión con el pasado, le gustaba recorrer las páginas de "El Duende" y comentar conmigo, los ensayos, la poesÃa, las cartas que recuperaba el semanario, de personajes del pasado. Yo con gusto le dejaba el ejemplar y lo recogÃa al dÃa siguiente, lo que era un buen pretexto, no sólo para charlar sobre su contenido, sino además para recordar juntos tantos recuerdos que nos unÃan en la vida.
Otra razón, es la de que en medio de la opulencia económica de esta última década, encuentro que espiritualmente nuestro paÃs se ha empobrecido y una prueba de ello es el estado de los medios de comunicación, tanto la prensa escrita como la televisión. Muchos periódicos han dejado simplemente de salir y los que quedan dedican alguna página a la cultura combinando las breves crónicas y fotografÃas con avisos al pie. En lugar de los sustanciosos suplementos literarios de antaño, ahora aparecen revistas que buscan divertir y distraer a los lectores. La televisión rinde culto a la frivolidad y a la chabacanerÃa y si bien este es un mal universal, como lo ha señalado Vargas Llosa en uno de sus últimos libros, no nos puede servir de consuelo.